La falacia del relato: Baltasar Ebang Engonga Alú, el intento de encubrir la corrupción y los escándalos sexuales

La falacia del relato: Baltasar Ebang Engonga Alú, el intento de encubrir la corrupción y los escándalos sexuales

La reciente polémica que rodea a Baltasar Ebang Engonga Alú (43 años), alias Bello, nieto de Teodoro Obiang Nguema, presidente de Guinea Ecuatorial, expone de forma cruda y evidente el sistema de impunidad que caracteriza al régimen dictatorial. Baltasar Ebang no solo es una figura central en los círculos de poder de Guinea Ecuatorial, sino que también es nieto directo del dictador, debido a la relación de su padre, Baltasar Engonga Edjo, con Inmaculada Avomo Nguema Mbasogo, hermana mayor de Teodoro Obiang, madre de Baltasar padre.

Al igual que su abuelo, Baltasar Ebang Engonga Alú y sus hermanos disfrutan de una posición de privilegio que les ha permitido actuar por encima de la ley, amparados por el poder absoluto de su familia. Las graves acusaciones de corrupción y los escándalos sexuales de Baltasar Ebang Engonga Alú —documentados en grabaciones que lo vinculan con numerosas mujeres, muchas de ellas familiares y allegadas a su entorno— son solo una muestra de cómo el régimen ha corrompido las instituciones y la moral del país, dejándole actuar sin consecuencias.

Como Director de la Agencia Nacional de Investigación Financiera (ANIF), cargo obtenido gracias a sus lazos familiares, Baltasar no solo ha sido cómplice de la corrupción sistémica, sino que ha usado su posición para fortalecer su propio poder. Las acusaciones que lo señalan como un depredador sexual, con imágenes y videos explícitos grabados en su despacho, hoteles, playas y otros lugares privados con el consentimiento de los participantes, demuestran la gravedad de su comportamiento, que queda impune gracias a su relación directa con el dictador. Su vinculación con el régimen le otorga una inmunidad total, permitiéndole manejarse con absoluta libertad, haciendo y deshaciendo a su antojo, como su abuelo, Teodoro Obiang Nguema, quien ha perpetuado un sistema que protege a los suyos de cualquier tipo de rendición de cuentas.

La familia Baltasar Ebang, que incluye a Baltasar Engonga Edjo, Elias Ondo Edjo y Melchor Esono Edjo entre otros hermanos, no solo se beneficia de su relación sanguínea con el dictador Teodoro Obiang Nguema, sino también de su arraigo con el distrito de Mongomo, el feudo político de Obiang, donde el régimen ejerce su control absoluto con mano de hierro. Mongomo es el epicentro del poder en Guinea Ecuatorial, y la familia Edjo ha sido pieza clave en la consolidación de este poder, desempeñando un papel fundamental en la maquinaria corrupta que ha mantenido a Teodoro Obiang en el poder durante más de 40 años.

Pero no es solo Mongomo lo que garantiza su posición. La familia Edjo también proviene de Ebibeyin, una de las provincias más fieles al dictador, que ha asegurado, a través de su apoyo incondicional, la perpetuación del régimen. Es en estas regiones donde Baltasar Ebang y sus aliados han construido una red de influencia y corrupción, basada en los lazos familiares y la impunidad. Gracias a su cercanía con el dictador, han logrado operar con total libertad, controlando no solo las finanzas del país, sino también las instituciones que deberían garantizar la justicia y el bienestar de la población.

Este poder territorial, combinado con los vínculos sanguíneos, ha convertido a la familia Engonga Edjo en una de las estructuras más corruptas e intocables del régimen. Mientras la mayoría de los ciudadanos de Guinea Ecuatorial viven en condiciones de pobreza extrema, los miembros de la familia Edjo continúan amasando fortunas, manipulando el sistema político y económico a su favor. Baltasar Ebang, Melchor Esono y el resto de los Edjo son la encarnación de una élite que se perpetúa a sí misma, un clan cuya impunidad está garantizada por su relación directa con el dictador y por su control sobre las regiones clave que sustentan su poder.

La campaña de desinformación y manipulación mediática orquestada para proteger la figura de Baltasar y su familia no es más que un intento de encubrir la realidad de un hombre cuya impunidad y poder están estrechamente ligados a un régimen autocrático que sigue funcionando como un feudo familiar, sin rendir cuentas a la justicia ni a la sociedad. Ahora, para añadir un toque de comedia negra a la tragedia, los activistas y opositores del distrito de Ebibeyin pretenden manipular el relato presentando una supuesta lucha de poder, en la que sitúan al depredador sexual de la familia Edjo, un hombre de 43 años conocido por sus escándalos y conductas depredadoras, como un potencial candidato para suceder a su abuelo en el poder. Una broma de mal gusto, que solo podría haber sido concebida en los pasillos del poder donde las reglas de la moral y la justicia no aplican, y donde el cinismo alcanza niveles tan absurdos que, de no ser por la tragedia que subyace en ella, podría parecer una obra de teatro de malísima factura.

La detención

En abril de 2024, la televisión pública de Guinea Ecuatorial sorprendió a la opinión pública nacional con el anuncio de la detención de Baltasar Ebang Engonga Alú, un hombre considerado intocable, en el marco de una supuesta lucha contra la corrupción. La noticia fue recibida con incredulidad por el 90% de la población, que vive sumida en la pobreza extrema, pues Baltasar Ebang no es cualquier persona: es el primogénito de Baltasar Engonga Edjo, uno de los cleptócratas más poderosos de una de las dictaduras más despiadadas del continente africano. La detención de Baltasar Ebang es, en el mejor de los casos, una fachada, un teatro diseñado para dar la impresión de que el régimen está tomando medidas contra la corrupción cuando, en realidad, es solo un juego de apariencias.

Cuando fue arrestado, Baltasar Ebang Engonga Alú era el Director de la Agencia Nacional de Investigación Financiera (ANIF), un organismo supuestamente encargado de combatir el blanqueo de capitales, la financiación del terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva. ¿La ironía?, que esta agencia, creada para velar por la transparencia y la justicia financiera, estaba bajo el control de uno de los clanes más corruptos de África. Los miembros de la familia de Baltasar, al igual que otros actores del régimen, han saqueado el país durante décadas. ¿Tomarnos en serio a estos individuos al frente de una lucha contra la corrupción? Es una broma macabra, una burla a la inteligencia de los guineanos.

De acuerdo con los medios locales, las autoridades guineoecuatorianas acusan a Baltasar Ebang Engonga Alú y a otros directivos, incluidos Ireneo Mangue Monsuy Afana, Rubén Félix Osá Nzang, Rolando Asumu Oye y Juan Manuel Afugu Mbomio, de desviar más de 1.000 millones de francos CFA durante los últimos 12 años a través de la Dirección General de Bancos, Seguros y Reaseguros. Según las autoridades, los fondos fueron depositados en una segunda cuenta habilitada específicamente para ocultar el saqueo. ¿Y la sorpresa? Ninguna. Los mismos personajes que han llevado al país a la ruina económica, siguen al mando de las instituciones que deberían velar por el bienestar del pueblo.

La familia Edjo no solo gobierna el país con mano de hierro, sino que también tiene un control absoluto sobre los ministerios y organismos del régimen. En una nación donde los hijos, sobrinos, amigos y amantes de los poderosos ocupan los cargos más estratégicos, el caso de Baltasar Ebang Engonga Alú es solo uno de tantos ejemplos de nepotismo y corrupción sistémica. Otro protagonista de este escándalo es Rubén Félix Osá Nzang, hijo de Jerónimo Osa Osa Ecoro, ex Secretario General del PDGE y actual Ministro de Información, Prensa y Radio. Por si fuera poco, el otro hijo de Jerónimo, Jerónimo Carlos Osa Osa Nzang, fue nombrado Ministro Delegado de Comercio, Promoción de Empresas e Industria.

Ireneo Mangue Monsuy Afana, Baltasar Ebang Engonga Alú, Rubén Félix Osá Nzang y Rolando Asumu Oye se encuentran actualmente en prisión preventiva, o al menos eso es lo que afirman las autoridades. Pero todos en Guinea Ecuatorial saben que este juicio nunca tendrá lugar. La justicia en este país no se administra, se manipula. Todos saben que los hijos de los poderosos nunca serán procesados como cualquier otro ciudadano. El caso de Baltasar Ebang es solo otro espectáculo en un país donde el poder se hereda, la corrupción se perpetúa y la impunidad es un derecho reservado para los de arriba. La pregunta que resuena con fuerza es: ¿por qué los hijos del pueblo, los que no tienen apellido presidencial, son los únicos que sufren las consecuencias de un sistema que se ha diseñado para proteger a los mismos saqueadores?

El entramado que no se investiga

La Agencia Nacional de Investigación Financiera (ANIF) no es más que una fachada bajo el control de la cleptocracia que dirige Guinea Ecuatorial. Lejos de cumplir su misión de luchar contra el blanqueo de capitales, la financiación del terrorismo o la proliferación de armas de destrucción masiva, este organismo se ha convertido en una herramienta al servicio de los intereses personales de los hijos del régimen. Los funcionarios corruptos de este gobierno no pierden el tiempo en ocultar su verdadera actividad: usar sus cargos públicos para crear sociedades fantasmas que les permitan desviar contratos millonarios y seguir saqueando las arcas del país. No es un caso aislado; es el modus operandi de una élite que hace y deshace a su antojo, sin rendir cuentas a nadie.

No hay un solo funcionario que haya pasado por el Ministerio de Hacienda que no esté involucrado en actos de corrupción, desde Valentin Ela Maye, César Augusto Mba Abogo y Magdalena Ava Bosoka, hasta el propio Baltasar Ebang Engonga Alú, quien no solo utilizó su puesto como Director de ANIF para crear su propio entramado empresarial con fines personales, sino que lo hizo para financiar un tren de vida lujoso y mantener a sus múltiples amantes, algunas de ellas incluso trabajando en su propio departamento. ¿Qué más se puede esperar de una administración donde la corrupción es la regla y no la excepción?

Este periódico ha documentado una larga lista de empresas vinculadas a Baltasar Ebang Engonga Alú, como Justa Avomo y, Baltasar Ebang S.L (CIF: 00136 J-15), Sociedad de Limpieza GE S.A (CIF: 0065 S-15), Solution Technology Ltd (CIF: 007 S-15), A and C Niamoyong S.L (CIF: 00190 A-16), Alfa Etugu S.L (00165 A-16) y Agafitge S.L (CIF: 0040 A-15). La pregunta es: ¿por qué las autoridades guineanas no investigan a fondo estas empresas? Porque saben que cualquier investigación de este tipo no solo destaparía el saqueo masivo que se lleva a cabo a nivel institucional, sino que pondría en evidencia el sistema de impunidad que perpetúa la corrupción en el país. Las autoridades no están interesadas en rastrear el origen de los fondos ni en desmantelar el sistema de fraude de Baltasar Ebang Engonga Alú. En lugar de eso, se conforman con hacer anuncios vacíos y lanzar noticias superficiales que intentan dar la falsa impresión de que están tomando medidas contra la corrupción.

Tal como ha revelado Diario Rombe, Baltasar Ebang Engonga Alú mantenía una red de negocios con Eucario Bacale Angue Oyana, el hasta hace poco Ministro de la Función Pública, y con David Obama Nguema Ondo, quienes, según informes, son los socios directores de la sociedad David, Eucario y Baltasar S.L., registrada bajo el anagrama D.E.B. S.L., con sede en Bata. Esta sociedad está inscrita en el registro de la propiedad y mercantil de la región continental. Es una muestra más de cómo los funcionarios públicos utilizan sus cargos para crear redes de negocios que no solo son ilegales, sino también desmesuradamente lucrativas. Mientras tanto, la justicia en Guinea Ecuatorial sigue siendo una entelequia, un concepto que no se aplica a los que están en el poder. La gendarmería y los órganos de investigación no tienen la capacidad ni la voluntad política para enlazar los casos y destapar la trama de corrupción que está en la raíz del régimen. Los funcionarios, por el contrario, se limitan a usar el aparato del Estado como un instrumento de enriquecimiento personal, mientras el pueblo sigue sumido en la pobreza y el miedo.

Todo esto pone en evidencia una verdad incómoda: en Guinea Ecuatorial, los verdaderos criminales son los que controlan el poder, y mientras más alto llegues en la jerarquía, más impune eres. Las investigaciones no son más que un teatro vacío, un intento de simular que se está luchando contra la corrupción, cuando lo único que se busca es mantener la fachada del régimen intacta. Los guineanos ya no se engañan. Todos saben que este juicio nunca tendrá lugar, que las detenciones son solo una distracción mediática, porque las reglas del juego siempre han sido las mismas: la impunidad es el privilegio de los poderosos.

La filtración de los vídeos

A partir de mediados de octubre de 2024, mientras Baltasar Ebang Engonga Alú se encontraba detenido en la zona VIP de la infame cárcel de Black Beach en Malabo, emergió de la nada un canal en WhatsApp y Telegram, conocido como “EG Infobichis”, que rápidamente se popularizó. Este canal, que se autodenomina como un “medio especializado en sacar a la luz las oscuras entrañas de figuras públicas, celebridades e influyentes de Guinea Ecuatorial”, no tardó en generar un furor mediático, acumulando más de 38,000 seguidores en sus redes sociales tras anunciar que poseía cerca de 1,000 vídeos íntimos donde Baltasar se muestra en situaciones que no solo humillan su figura, sino que dejan claro su desprecio absoluto por la dignidad ajena.

En estos vídeos, Baltasar aparece junto a un sinfín de mujeres: casadas, viudas, primas, cuñadas, esposas de sus tíos, empleadas de su departamento, mujeres de su entorno familiar y hasta prostitutas. Todos ellos, parte de su asqueroso mercado de manipulación y explotación, son víctimas de su mezquina búsqueda de poder, control y satisfacción personal. La práctica habitual de Baltasar, lejos de la ética y el respeto, revela una actitud depredadora y sin escrúpulos, utilizando su posición para satisfacer sus bajos deseos a costa de quienes lo rodean.

El modus operandi de Infobichis es tan asquerosamente claro como el comportamiento de Baltasar: la publicación de estos vídeos está condicionada al pago de sumas de dinero a cambio de que no se difundan. Y mientras tanto, las mujeres y los hombres que aparecen en los vídeos no solo son objeto de humillación pública, sino que se muestran también participando en relaciones sexuales sin protección, un dato que no solo subraya la irresponsabilidad criminal de los involucrados, sino que también pone en riesgo su salud y bienestar del pequeño país africano.

El canal Infobichis, además, ha crecido alimentado por el anonimato y el chantaje, aunque algunos se han apresurado a subirse al carro de la especulación, intentando lucrarse con la promesa de revelar la identidad de los responsables. Muchos, sin embargo, han caído en la decepción al darse cuenta de que estas promesas no son más que una estrategia más para seguir extorsionando y manipulando a quienes caen en su red.

Los rumores no han tardado en señalar que Infobichis podría estar vinculado con el hijo del dictador, lo que no resulta sorprendente en un país donde el abuso de poder y la corrupción son la norma. Sin embargo, la versión más plausible es que uno de los vídeos más recientes de Baltasar fue grabado en uno de los baños de la prisión de Black Beach, donde aparece vestido de carcelero y en una situación explícitamente sexual con su prima y secretaria, Guapina, hija de un electricista cercano a la presidencia, lo que subraya el profundo nexo de corrupción entre Baltasar y las estructuras de poder de Guinea Ecuatorial.

Además, han aparecido otros vídeos que muestran a mujeres visitando a Baltasar en la cárcel y participando en actos sexuales similares en el mismo baño, lo que refuerza la sospecha de que la policía penitenciaria tenía conocimiento de estos encuentros ilícitos y, posiblemente, confiscó los dispositivos de Baltasar, descubriendo todo el material comprometedor que él mantenía oculto. Por lo tanto, la investigación sobre quién o quiénes están detrás de la filtración de los vídeos de Baltasar debe comenzar por interrogar a la policía penitenciaria y a los altos cargos de la Gendarmería Nacional, ya que la filtración coincide sospechosamente con el nombramiento del nuevo director de la Gendarmería. Esta coincidencia no puede ser ignorada, y debería considerarse una pista clave en una investigación que, hasta ahora, ha sido lamentablemente descuidada. Las autoridades deben tomar cartas en el asunto con urgencia, comenzando por una revisión exhaustiva de los procedimientos internos y el acceso a los dispositivos electrónicos de Baltasar durante su reclusión.

Según informaciones que circulan en las redes sociales, y que Diario Rombe no ha podido confirmar a pesar de haber realizado una investigación exhaustiva, se asegura que Baltasar estaba publicando estos vídeos en páginas de contenido para adultos, donde recibía cantidades desorbitadas de dinero por cada grabación. No solo se trata de su propio contenido sexual, sino también de material explícito en el que aparecen otras mujeres, muchas de ellas involucradas con él o en situaciones de explotación sexual con otros hombres para ser luego comercializadas. Esta situación podría implicar un nivel de prostitución digital y tráfico de contenido pornográfico, lo que elevaría la gravedad del caso a proporciones inimaginables, mostrando una vez más la corrupción y la falta de moralidad que lo rodea.

Si se confirma que Baltasar utilizaba estas plataformas para lucrarse con el consentimiento de las personas que grababa, esto sería un acto criminal mucho más amplio, de una vileza absolutamente repugnante. Este tipo de prácticas no solo demuestra la manera en que la podredumbre moral se entrelaza con las instituciones encargadas de velar por el orden, como la policía y la gendarmería. En un país donde la opacidad es norma y el poder absoluto está en manos de una élite corrupta, es casi un hecho que la filtración de estos vídeos, y la manipulación que han sufrido, no son un simple accidente. Es evidente que las fuerzas de seguridad, que deben velar por el bienestar y la privacidad de los ciudadanos, están tan involucradas en este sistema de corrupción que incluso su propio código de ética y profesionalismo se ha visto comprometido.

Escándalos en despachos: el doble rasero del régimen de Obiang

Un mes y medio después de que los escándalos sexuales protagonizados por figuras del régimen se hicieran virales, con portadas de prensa, noticias en telediarios y debates en todos los programas de televisión, el gobierno de Guinea Ecuatorial se vio forzado a reaccionar, no por la gravedad moral de los hechos, sino por el escándalo público que les puso contra las cuerdas. En un primer intento torpe, intentaron bloquear la descarga de archivos en los servicios de mensajería de WhatsApp, un bloqueo que duró menos de dos horas ante el clamor popular. Ante la oleada de críticas, Teodoro Nguema Obiang Mangue tuvo que ordenar reabrir el acceso. En un segundo intento de frenar la indignación, y para simular un atisbo de moralidad que nunca han tenido, el gobierno anunció que despediría a cualquier funcionario “sorprendido” en «actividades íntimas» en oficinas públicas o privadas. “Todo funcionario que se vea envuelto en un acto sexual en una oficina será inmediatamente despedido”, declaró el gobierno con la misma seriedad con la que se pretende tapar el sol con un dedo. Como si no fuera la enésima vez que altos funcionarios del régimen realizan actividades sexuales en despachos oficiales con total impunidad.

¿Recuerdan el famoso vídeo de Miguel Antonio Obiang Avoro, grabado mientras mantenía relaciones sexuales con una empleada del Ministerio de Información? En 2012, Miguel se grabó a sí mismo en su oficina, practicando sexo con una empleada de su departamento. El vídeo, que terminó filtrándose en las redes sociales durante el mandato de Agustín Nzé Nfumu como Ministro de Información, Prensa y Radio, generó una indignación generalizada en la sociedad. Sin embargo, en lugar de ser castigado por su comportamiento, fue promovido en abril de 2015 al cargo de Secretario de Estado, gracias a la bendición del entonces corrupto ministro Eugenio Nze Obiang (hoy flamante Diputado). Así de “serios” son en su lucha por la moralidad: premios a la lealtad, el encubrimiento y el silencio.

Pero no solo Miguel ha salido ileso. También se filtró un vídeo íntimo de Asunción Nchama Eyene, periodista de la TVGE y empleada del Ministerio de Información, Prensa y Radio. El vídeo fue grabado por ella misma en su propio domicilio privado, y aunque el contenido fue ampliamente difundido en las redes sociales, Asunción no sufrió consecuencias por su comportamiento. Todo lo contrario: como “recompensa” por su lealtad al régimen, acaba de ser nombrada Directora General de Prensa del Gabinete del Primer Ministro. Así es como funciona la moralidad en este régimen: la lealtad al poder y la capacidad de mantener el silencio son premiadas, mientras que la ética y la decencia quedan olvidadas.

Ahora pretenden convencer a la opinión pública de que “combatirán” estas prácticas. ¿Con qué credibilidad? Es tan creíble como sus intentos fallidos de “combatir” la corrupción y el nepotismo rampante que corroen el sistema. ¿Qué esperar de un país en el que el propio Fiscal General del Estado se ve envuelto en un escándalo sexual, acusado por un profesor universitario de aprovechar su cargo para mantener relaciones con su mujer y hacerle la vida imposible? En un país donde el poder y la moralidad se manejan como simples herramientas de control, ¿qué esperan lograr con un par de decretos vacíos?

El gobierno finalmente ha tomado acción, pero no por el daño que el propio Baltasar Ebang Engonga Alú, de 43 años, ha causado al erario público. No, ha sido el escándalo sexual de Baltasar lo que ha obligado a la reacción. Un decreto presidencial lo ha cesado de su cargo como Director de la Agencia Nacional de Investigación Financiera (ANIF) y lo ha expulsado del PDGE. La pregunta es: ¿Si nadie hubiera conocido sobre sus “aventuras” en el extranjero, Baltasar seguiría tranquilamente cobrando su sueldo desde la cárcel? Probablemente sí. En Guinea, los corruptos no solo mantienen sus cargos, sino que los aumentan y fortalecen, mientras que la moralidad se convierte en un tema olvidado, un pasatiempo que nadie practica y que, al parecer, nadie se toma en serio.

Este es el nivel de cinismo y corrupción que define a un régimen que se niega a rendir cuentas, pero que sigue pretendiendo que sus políticas morales y de justicia tengan alguna base real. ¿Cómo pueden tener la audacia de hablar de “moralidad” cuando el país está dirigido por una élite que ha hecho de la corrupción, el abuso y el encubrimiento una forma de vida?

El relato de los activistas y políticos de Ebebiyin, que intentan proteger a Baltasar, es una descarada falsedad. No solo es burdo, sino completamente desacreditado. Asegurar que Baltasar estuvo involucrado en el fallido golpe de estado de 2017 es una mentira sin fundamento, creada para desviar la atención de sus verdaderas fechorías. Además, nunca ha estado en la línea de sucesión, y cualquier intento de vincularlo con la «estabilidad» del régimen es solo un intento patético de encubrir lo inaceptable. Lo que realmente buscan es justificar los comportamientos aberrantes de Baltasar y otros miembros del régimen, en un intento de normalizar lo que, en cualquier sociedad decente, sería considerado escandaloso e intolerable.

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