El problema de cualquier guineano-guineano a pasado de la falta de luz y agua potable a ser una cuestión emocional. El guineano se parece cada vez más a ese mendigo sentado junto a un poste, en la gran plaza de la esperanza: vino un sacerdote y le pidió dinero, éste le paso un billete de mil francos; vino el obispo y le pidió una limosnita. Éste sin pensarlo dos veces, hurgó en su bolsita vieja y embadurnada de polvo y le pasó otros mil francos. Vino un pastor y le pidió dos mil francos, éste sin quejarse se lo dio. Justo después de marcharse el pastor, se detuvo en el semáforo un lexus negro del que bajó un ministro acompañado de dos militares, se acercó al mendigo y le pidió cinco mil francos y él le dijo que no le quedaba nada, que sólo tenía calderías por quinientos francos. El ministro le pidió las calderías pero él se negó y los militares le aporrearon y le llevaron a cárcel.
El famoso matrimonio entre gobierno y pueblo, en nuestro país está sufriendo una terrible crisis en la cual la mujer, que son los guineanos, siente que su marido se centra más en lo material, en lo exterior, en la realidad objetiva que en velar por ella.
Lo que conlleva a que ésta se sienta inferior a todo lo que la rodea: coches, casas y palacios, discotecas, hoteles… cada vez que un guineano de a pie escucha el nombre de algún pez gordo o establece un contacto con algo que le pertenece (algún familiar suyo, su coche, su casa…) sufre algún tipo de ’’ataque de ansiedad’’, le dan ganas de desaparecer de la escena en la que se encuentra en ese momento.
Cómo solución a éste tipo de sentimientos, el guineano ha desarrollado lo que hoy parece ser su arma más poderosa: la indiferencia. Igual que una mujer que sale a la calle a beber y a ligar con hombres porque no recibe cariño de su esposo , el guineano ha decidido abandonar todo lo que le rodea y centrarse en sí mismo; de ahí que tengamos a jóvenes egocéntricos que buscan la solución de sus problemas en el alcohol y el fútbol europeo, en las drogas, en el bandalismo; a muchachas soñando con Chris Brown; a chicos que abandonan el colegio para lavar coches, jugar ligas de fútbol del barrio o trabajar para su papá; a taxistas violando a mujeres de la edad de su abuela o de su madre en el mercado de bikui; a madres que horientan a sus hijas a la prostitución…
El guineano odia todo lo que le rodea, culpa a todo lo que ve de sus problemas de ahí que no nos parezca muy raro escucharle a uno decir que el país es una mierda, o que el fútbol nunca triunfará o que todas las manifestaciones culturales que se desarrollan en el país son una pérdida de tiempo.
El estar liado con él mismo hombre durante tanto tiempo, siendo éste el más poderoso hace que una posible relación con otros galanes como CPDS, UP, PP… sea un amor imposible. Teniendo en cuenta además que la relación actual ha despertado un terrible escepticismo en ella hacia los otros.
Nada en Guinea está dotada de vida, ni los humanos que habitan en ella ni las infraestructuras. Los edificios erguidos, las carreteras, las ’’torrecitas’’ y los ’’puentecitos’’ están condenadas a desaparecer, porque no existen en la mente de la mayoría del pueblo.
No se puede saltar de la pobreza a los hoteles de cinco estrellas sin pasar por la escuela con el ’’vientre bien lleno’’. La mente del ser humano está condenada a hacer que las cosas se parezcan a ella; si una mente es básicamente pueblo, finca y cabras ésta tenderá a que su entorno también sea así y ésto solo se puede cambiar si se le brinda a la persona la oportunidad de formarse. El desarrollo de Guinea es por tanto ilusorio, aunque podamos ver los edificios y palparlos éstos están condenados a desaparecer, porque no existen en la mente de los guineanos.
Entonces cuál es la solución a nuestros problemas? La solución y el problema lo somos nosotros mismos. El día en el que el guineano borre al gobierno actual de su mente éste también desaparecerá de la realidad, el día en el que el guineano sea justo moralmente también lo será su país, el día en el que el guineano consiga llevar su mente al siglo actual tendremos un desarrollo fehaciente.
Por: Juan Ricardo Esono Nzang estudiante de Medicina