Del comportamiento y declaraciones de la Senadora Dña. Genoveva NCHAMA NGUEMA se desprende su indudable perfil maquiavélico. Con cuidada doblez, la Senadora pretende presentrar como razonables sus actuaciones punibles dentro de su partido –golpe institucional de UP– en contra de su Presidente legítimo, D. Daniel Darío Martínez Ayécaba, quejándose al mismo tiempo de que tal golpe fuera aprovechado por el Ministro del Interior para imponer en su lugar a otra persona, Alfredo Mitogo Mitogo Ada. O sea, que el referido golpe institucional fue justo en sí, pero su resultado no al no beneficiarle a ella.
Sin darse cuenta, la Senadora cae en la contradicción de reconocer implícitamente la legitimidad actual del presidente extraestatutariamente destituido como consecuencia de su golpe institucional, al señalar que los dos años que le quedaban para culminar su mandato habían terminado. Con esta indicación, Su Señoría da a entender que D. Daniel Darío Martínez sigue siendo, aunque interinamente, Presidente del partido hasta el próximo Congreso, cuya celebración reclama ahora con mayor contundencia.
En la frase “Los dos años que restaban a DANIEL DARÍO MARTÍNEZ AYECABA ya vencieron, por lo que UP carece actualmente de líder”, no tiene sentido la última afirmación, en la medida en que la postergación de una elección o de un congreso, por los motivos que sean, no entraña ipso facto nulidad del cargo de quien ostente la presidencia de la institución de que se trate, debiendo hablar en estos casos de Presidente de UP en funciones o interino.
Para dar más bálsamo a su maquiavelismo, la Senadora pasa a mostrarse seguidamente muy solidaria con los exiliados, acusando a Nsue Mokuy y a Mecheba de estar casi intimidándoles, y de defender las restrictivas condiciones previstas por el Gobierno para la participación en la cada vez más tambaleante Mesa de Diálogo Político Nacional, por temor a perder sus cargos. Sin dejar de tener razón en esta última cuestión, lo cierto es que una persona que afirma ser la promotora del golpe institucional en su partido, que ha desembocado en la destitución de su presidente legítimo fuera de las previsiones estatutarias; contribuido a la creación de una tricefalia en el mismo –que es, en realidad, su ilegalización de facto–, no tiene autoridad para dar lecciones de democracia ni de solidaridad a nadie.
Una de las gracias de la longevidad del Ensayo Democrático –dado por concluido asombrosamente por el Gobierno tras la pasada reforma constitucional, mientras que en Guinea Ecuatorial la democracia aún no se ha terminado de aprender– es la constatación por el Pueblo de la emergencia de numerosos líderes políticos no más demócratas que sus oponentes en el Régimen. Lo cual resulta, de alguna forma, favorable para la orientación de su voto en las futuras elecciones libres. Si no se hubiesen producido dramas irreparables e imborrables tanto a nivel político, social y familiar durante la larga vigencia del Ensayo Democrático, este hubiera sido su lado positivo, y buenos consejos como aquellos de Su Señoría Dña. Genoveva, aunque maquivélicos, dignos de diversión. Desafortunadamente, no es el caso.
El Observador