Inongo Vi Makomè «HABLAR DE LA INMIGRACIÓN NEGRA AFRICANA HOY EN EUROPA»

Inongo Vi Makomè "HABLAR DE LA INMIGRACIÓN NEGRA AFRICANA HOY EN EUROPA"

INTRODUCCIÓN
Quiero agradeceros el haberme invitado hoy aquí, para reflexionar junto con vosotros sobre el problema de la inmigración en Europa, en este caso, la inmigración negra africana. Como algunos que me conocen saben, llevo muchos años dedicándome sobre este tema y he publicado algunos trabajos sobre el mismo. Y es curioso: hace como año y medio, mandé mi primer libro, “España y los negros africanos” a alguien y después de leerlo, me escribió comentando: “Inongo, dices que hace más de veinte años que has escrito y publicado este libro, pero al leerlo me parece como si fue ayer mismo que lo escribiste…” Efectivamente, nada de lo que detecté en aquellos años cuando investigaba sobre ese tema, ha variado mucho, todo lo contrario, diría incluso que muchas cosas han empeorado.

VERGÜENZA E IMPOTENCIA

Y cuando se llega a esta conclusión más de veinte años después, que no es una conclusión caprichosa, sino que así lo indican los hechos, lo que me invade ahora son una vez más, sentimientos de vergüenza y de impotencia.

-Vergüenza
Siento una gran vergüenza como negro africano que soy y como ser humano, que mis hermanos de raza, de continente y del mundo pasen por lo que están pasando en pleno siglo XXI. Sí, siento tanta vergüenza que cuando aparecen las noticias y las imágenes de las tragedias de esos muchachos que cruzan las vallas de Melilla, en los medios de comunicación, cambio de canal, apago la tele o paso rápidamente la página del periódico. Sí, siento vergüenza. Siento, mucha vergüenza cuando por ejemplo veo a esos muchachos y muchachas llenarse de alegría cuando logran su objetivo al cruzar la frontera, creyendo que sus problemas habían por fin acabado, cuando todos sabemos que en ese preciso momento tan sólo acababan de empezar. Siento vergüenza como negro africano y como ser humano, cuando veo un caso como el de la isla italiana, donde se rindió culto a los inmigrantes muertos condecorándoles, mientras se castigaba a los vivos habiendo cometido ambos el mismo delito… Dicho sea de paso, creía que los negros que somos salvajes y primitivos éramos los que rendíamos culto a los muertos, según nos decían, no entiendo cómo vosotros los blancos cultos y civilizados, sois los que cada vez más no rendís cultos a vuestros héroes vivos, y sí muertos, como el caso que acabamos de vivir en España… ¡Mam´enying! (cosas de la vida, es el título de una de mis novelas). Volviendo al tema que nos ocupa, sé que cerrar los ojos o querer esconderme de mi mismo como lo hago en esos momentos, no me aleja del problema, ni resta la angustia que siento por lo mismo, pero creedme, en esos instantes no encuentro ninguna otra salida.

No puedo evitar sentir esa vergüenza, más cuando veo que la historia se repite una y otra vez a lo largo de los siglos. Nada se diferencia ahora de los tiempos de la esclavitud en nuestro continente. Porque igual que entonces, nunca la historia o el mundo sabrá calcular con exactitud el nombre de los jóvenes africanos que murieron en los caminos que les conducían hacia las costas, luego en las bodegas de los barcos así como en los mares donde tenían que transitar para llegar a su destino. Hoy como entonces también, no se podrá contabilizar con exactitud el número exacto de esos muchacho/as, que perecen por el desierto, en las cárceles y los bosques de los países del Magreb, en el mar al querer cruzar el estrecho, en las cárceles españolas denominadas civilizadamente como “centros de acogidas”, en los rincones invisibles del reino de España, desde que se puso en marcha el proyecto de no atender en los hospitales a los indocumentados. Un proyecto que definí en su momento como el “proyecto del exterminio camuflado de los inmigrantes en España”… 

Sí, siento una verdadera vergüenza por esa repetición de la historia. En los siglos pasados y en pleno boom de la esclavitud en nuestro continente, muchos reyes de algunos poblados, sobre todo de la costa, se unieron a los esclavistas y vendieron a sus hermanos del interior. Basil Davidson, recogiendo las palabras de Ihle en su libro, “LA HISTORIA EMPEZÓ EN ÁFRICA”, escribió: “Gradualmente fueron rompiéndose eslabones sociales y toda la estructura quedó demolida por completo… No solamente los más fuertes vendieron a los más débiles, sino que hasta se rompieron los lazos de la vida familiar, y los padres vendieron a los hijos y los hijos a sus padres, generalmente como objeto sin valora los portugueses, que los marcaban con hierro candente como si fuesen ovejas” Eso, como digo sucedió hace mucho, y hoy, muchos siglos después, todos los presidentes de los países negros africanos se comportan exactamente igual. Venden o traicionan a sus propios hijos o ciudadanos sin ningún miramiento a los llamados mafias de la inmigración que como vemos, no se diferencian en nada de aquellos esclavistas portugueses y otros de los siglos pasados. Nuestros presidentes o mandamases no dicen nada ante estos dramas y prefieren mirar a otra parte porque son culpables y cómplices de lo que pasa. Todos permanecen callados, como si las noticias diarios de ese drama no fueran con ellos. De allí, amigos, mi vergüenza.

-Impotencia
Y la impotencia me viene contemplando en el siglo en que estamos las mismas injusticias de los tiempos pasados, o incluso peores. Cuesta creer que en los tiempos que vivimos, con tantos estamentos internacionales luchando por los derechos de los pueblos y de las personas, pueda todavía tolerarse que haya grupitos de personas capaces de sembrar terror con las guerras para su enriquecimiento, dejando a los que sobreviven en la miseria absoluta. Porque como sabemos, muchos de esos inmigrantes, vienen huyendo de las guerras, así como de las consecuencias que han sembrado esas guerras aunque algunas hayan acabado.

Acepté gustosamente esta invitación, pero luego me arrepentí, sólo que ya era tarde para dar marcha atrás. Porque ante la situación actual, no sé qué decir, qué contar sobre el tema éste que nos ocupa. Todos sabemos que las posibles soluciones para detener este desastre se encuentran, no aquí en Europa, sino en nuestro propio continente, África. Pero, ¿cómo empezar y llevarlas al cabo?

No negamos las buenas intenciones de muchos ciudadanos europeos que despegan todos sus esfuerzos para intentar ayudar, tal como vosotros mismos lo hacéis, pero sabemos que a pesar de esa buena voluntad, lo que hacéis no es sino un intento de calmar los síntomas, y nunca será para acabar con las causas. El verdadero remedio para matar o anular la causa debe salir de nosotros los africanos. Vengo reconociendo que ningún represor otorga a su reprimido una libertad que no sea otra represión. La verdadera libertad la ha de buscar y conquistar el propio reprimido.
Veis que la misma Europa u Occidente que nos habla de Derechos humanos, Libertad, Democracia y todo lo demás, son los mismos que nos provocan la mayoría de las desgracias y guerras que padecemos. Desgracias y guerras que les producen muchos beneficios económicos y de todo tipo, aunque luego aparecen como pacificadores para predicar la paz o apaciguar, al tiempo que nos ofrecen los remedios para curar las heridas causadas por los efectos de las mismas desgracias y guerras. Es un círculo vicioso, y siempre será así.

El remedio para ello como digo, está en nuestras manos. Lo debemos encontrar nosotros mismos los africanos. Si todos ya conocemos las causas de esa desgracia, no podemos seguir señalando a los otros como responsables (aunque lo sean), sino que debemos ser nosotros mismos los que debamos luchar para acabar con este drama. ¿Cómo?, de verdad no lo sé, de allí que os hablara de mi vergüenza e impotencia. De lo único que sé es que los africanos debemos como sea, luchar para poner fin a esta desgraciada situación… 

Por: Inongo Vi Makomè

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Artículos similares.