Por: Ignacio
A mediados del s.XIX un nuevo descubrimiento conocido como vulcanización consistente en el calentamiento del caucho en presencia de azufre, permitió producir un latex impermeable útil para miles de aplicaciones.
El caucho fue el plástico de aquella era. Cientos de ciudades florecieron en entorno al negocio de la explotación de la corteza de aquellos árboles de donde se sacaba el preciado material. Si bien es cierto que la explotación del caucho estuvo asociada a numerosos casos de explotación de los nativos de la región, como relató Mario Vargas Llosa en su Sueño del Celta, también lo es que en muchos de aquellos lugares el negocio sacó a muchos de sus habitantes de la pobreza. El mejor ejemplo para ilustrar el boom económico del caucho es Manaos.
Manaos floreció al calor de la nueva industria. Se convirtió en la primera ciudad de Brasil en contar con alumbrado público y tranvía eléctrico. Triplicó su población en el primer cuarto del siglo pasado, atrayendo a gentes de todas partes. Siendo la ciudad más rica del continente y con más dinamismo económico fue apodada la París de los trópicos, erigida a base de palacios y edificios tan emblemáticos como el Teatro Amazonas. Pero la época dorada no duró mucho. Los ingleses plantaron caucho en el sureste asiático y los precios bajaron. Además el desarrollo de los productos sintéticos deribados del petróleo colaboraron en la depreciación del producto. Manaos entró en una larga decadencia. Fue el pago por construir la prosperidad de toda una sociedad simplemente sobre una industria pasajera, sin la diversificación que una visión a largo plazo exige.
Guinea Ecuatorial podría repetir la misma historia. En este caso la industria estrella ha sido el petróleo. En los años de comienzo de extracción en Guinea, las reservas de este caucho líquido prometían mucho a los guineanos. Pero más aún iban a prometer años más tarde. Entonces el barril rondaba los 25$, nada comparado con los 146$ que iba a alcanzar en el 2008, el año del record. El brutal ingreso que ha tenido el país debería haber sido suficiente como para bañar en oro a sus habitantes. Sin embargo Guinea está sumida en la pobreza. Su población vive con un nivel de vida similar al de sus vecinos, que no han contado con la riqueza del petróleo.
Guinea es una nueva Manaos. La riqueza del petróleo no se volverá a dar nunca a ese nivel. Su precio ha bajado hasta los 50$, y los descubrimientos de nuevos yacimientos y la mejora de las técnicas de extracción nos auguran un futuro de petróleo barato. La orquesta de obras públicas que el gobierno guineano ha llevado a cabo en los últimos años, no es más que el resplandor pasajero al estilo del de Manaos. El guineano esta cegado con un aparente progreso, mucho menor del que debería y que no tiene sostenibilidad a largo plazo. Miles de millones se han evaporado por el camino y la gran oportunidad de Guinea de abandonar la pobreza se esfuma. El guineano debe despertar antes de que su Manaos se hunda.
1 Comment
Buen paralelismo (Guinea-Manaos) y razonamiento.