Ha quedado demostrado, en el panorama político real, que no resulta adecuado que una misma persona o que un mismo partido político permanezca en el poder demasiado tiempo. Esta regla es aplicable a cualquier país y a cualquier ente gubernativo.
Es lógico que la misma persona pueda estar ocupando un puesto de responsabilidad durante 4 u 8 años. Si ese líder es diligente y realiza una buena labor puede y debe permanecer en el mismo cargo. Sin embargo, transcurrido el tiempo, perpetuarse en el poder corrompe a todo aquel que lo disfruta, corriéndose el riesgo de que olvide que su función es servir a la ciudadanía, que le concedió la facultad de gobernar, y que considere que el entramado organizativo que controla le pertenece.
El sistema del turnismo político español inventado por Antonio Cánovas del Castillo estaba pensado para evitar, entre otras cosas, la corrupción en el poder producida por la duración excesiva que pudieran tener los mandatos gubernativos. Además, este mecanismo le otorgó cierta estabilidad al mundo político en una época en la que era difícil gobernar España, aunque es cierto que tenía numerosos defectos.
Deberían imponerse límites en la duración de los mandatos, como ya se hizo en Estados Unidos. Además, es necesario mejorar los instrumentos que sirven para recordar que lo público no es de unos pocos, sino que es de todos. Maquiavelo afirma en El Príncipe que ”nada hay mejor para conservar -si se la quiere conservar- una ciudad acostumbrada a vivir libre que hacerla gobernar por sus mismos ciudadanos”.
Por: Diego Fierro Rodríguez