Nsing (El felino), por Baron Ya Bùk-Lu

Nsing (El felino), por Baron Ya Bùk-Lu

-“Nzé d’ adjí bechít, esobo ye bilóg, ngué eman adjí bilóg, esobó vé?-

(El tigre caza a los demás animales, escondido en la hierba y, ¿si come la hierba…?) Si quieres cazar animales, no muevas la hierba, que notarán tu presencia…No escupas hacia el cielo, que al final cae en tu cara”

NSING (El felino)

“Nsing, nsing, nsing, nsing, nsing bab, bab

Nsing w’aman ma bekúb adjè

Abelè beyà, abe lè bikomà

Abelè fe oto ngoan, m’akam a wò.

Kuar, metà nku’at”

(Cuidado con el pequeño felino, ¡es muy feroz!

Está acabando con mi gallinero, ¡es muy feroz!

Se come a las hembras y a los machos, ¡es muy feroz!

Hasta se comió, a la última gallina que crié, ¡es muy feroz!

Uuuiiih!, esto tiene mal arreglo, ¡es muy feroz!)

El felino Nsing, es muy calculador, manipulador, y traidor. Ataca, mata, asesina a sus presas, después de una minuciosa elección. Sorprende en plena soledad, en la oscuridad, y con mucha impunidad. Sin pudor, ni piedad, ataca al objetivo elegido

Ndong Mba, llevaba aproximadamente una hora, entrando y saliendo de todas las casa del154927_1508900477632_2443216_n poblado. Estaban vacías y abandonadas, las puertas y ventanas abiertas, como si alguien fuese a aparecer en cualquier momento. Al final se dio cuenta de que allí no había ningún alma viviente. En una esquina, en varias ocasiones, le pareció, ver una sombra humana.

Agotado, se sentó en una banqueta que encontró en una esquina. De repente, notó que alguien, lo tocaba el hombro. Era «Mendjím sósoo», la vidente de la aldea, la única superviviente del poblado.

Le contó a Ndong Mba que, no quedaba nadie, debido a un Nsing (El felino). Había matado a todo ser viviente, incluido los animales domésticos. Le dijo, que se fuera a una de las casas a descansar. Mientras, buscarían la solución al problema.

La solución, se encontraba en la aldea de Bikaba, de la tribu «Ye mekòg», al otro lado del rio «Bitúmu», donde residían sus tíos maternos. A la mañana siguiente, se juntaron en la casa de la palabra. La vieja le contó que en el río Bitúmu, lo que parecía ser agua no eran más que gusanos, debido a los millones de cadáveres de personas y animales vertidos. El rio tenía una temperatura tan alta que, impedía cruzarlo a cualquier ser vivo. Bien sea por el aire o por parte subterránea, muchos habían quedado en el intento.

La vieja, había soñado con una mujer al otro lado del océano Que padecía una extraña enfermedad, al parecer, dicha mujer tenía más de cien orgasmos diarios. Se acordó, de que, los gusanos, del rio Bitúmu, con el flujo vaginal, se quedaban como anestesiados durante una hora, tiempo suficiente para que se pudiera cruzar hasta el otro lado.

Después de varios intentos, lograron contactar, con la mujer, la cual aceptó donar su flujo con tal de ayudar a resolver dicho problema. Empezaron las gestiones, para conseguir subvenciones. Tenían que hacer unos conductos subterráneos por donde pasaría el flujo suficiente para hacer un camino de dos metros de ancho y dos kilómetros de largo. Ayudado por un piercing electrónico que la colocaron en el clítoris, los orgasmos se multiplicaron por mil.

Ndong Mba, llego a Bikaba, como estaba previsto. Solo tenía, dos horas para encontrar la solución. A pocos metros de la puerta de la Casa de la Palabra, salió un niño a su encuentro Le agarró de una mano y poniéndole la otra en el pecho, le condujo al más anciano de los presentes. Este sin mediar palabra con el joven, le dijo:

Ya conozco el motivo de tu visita, y lamento que la primera vez que nos vienes a ver sea por un motivo tan triste y serio, pero, siendo las circunstancias y la persona que eres, estamos obligados a buscarte una solución.

Ndong Mba, acababa de conseguir a través de los rituales y sacrificios ofrecidos por sus tíos a los dioses, que les regalaran un eclipse de sol de unos 15 segundos aproximadamente. “Un extraño vecino, padecía la enfermedad que le hacía transformarse, en un felino, en cuanto se quedaba en la oscuridad”

Una vez de vuelta a su poblado, Ndong Mba, construyó una cuadra, como le habían dicho, en la cual metió todo su rebaño adquirido con los ahorros traídos de la capital, donde le acababan de despedir de un humilde trabajo. Se acababan de quedar en la oscuridad, cuando se produjo un gran silencio. Ndong Mba, un tío que le acompañaba y la vieja «Medjim sosoo», armados de palos y machetes, rodearon la zona de la cuadra, por donde entraría el felino. Los perros comenzaron a ladrar y, las cabras y gallinas, se movían nerviosas de un lado hacia otro. Se escuchó el rugido y el ruido del felino asesino. Pasados los minutos del eclipse, salió el sol y en el centro de la cuadra, se encontraba el gran felino, atrapado. Sin piedad, tal como él había actuado con ellos, acabaron con lo que hasta ese momento había sido su mayor problema.

Fuente: Fundaciónsur

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  1. Episodio II de «Ngarabikieñ»
    Sobre el viaje de Bongobébea a Yebiyén

    Recibidas las instrucciones del Presidente Angon en el sentido expuesto en el episodio I de la epopeya «Ngarabikieñ» (guinea-ecuatorial.net), el Administrador Bongobébea partió de Eyiná Mba Mikú rumbo a Yebiyén, acompañado de su recién casada esposa –tenía un total de cuarenta, tal como se cuenta en «Kurbang»–, y de los militares Anvam Eyak y Onguanguán Ondo Biyang como escoltas.

    Conviene recordar que el viaje en cuestión se programó a petición de la referida esposa, con el consentimiento de su marido y la autorización del Presidente Angon, con la finalidad de recoger calabazas de Yebiyén, caracterizadas por su gran tamaño, y de preparar su primera comida (de envueltos de calabazas) a sus suegros tras la ceremonia de «lavado de manos», llevada a cabo previamente en su honor en tanto que nuera y como requisito indispensable para entrar ella por primera vez a la Casa de la Palabra, según la tradición fang. Su intención era que esa comida fuese hecha con relativa comodidad, en menos tiempo y tan abundante que resultara suficiente para las cuatro grandes familias de Engong: Nvog Endong, Nvog Mba, Nvog Maye y Nvog (Abékobnnam) Mongobébea.

    El insigne trovador Eyi Monóndong recuerda aquí que, una vez conocida en el círculo castrense la noticia de la designación de esos dos militares como escoltas de Bongobébea, hubo algún compañero que se quejó discretamente entre los suyos de no haber sido incluido entre los escogidos, justificando su decepción por el largo tiempo transcurrido de, al menos, dos o tres años, sin que se le confiara ningún servicio de esta envergadura, y añorando la muy segura abundancia de comida de calidad –carne y verduras– en este tipo de viajes. Su interés por la participación en la misión fue tanto que llegó a revelar a los colegas su intención de ir a pedir su inclusión en la misma, a lo que le respondieron que «el militar no debía pedir prestar servicio», (sino cumplirlo).

    El recorrido y sus singularidades

    Adentrados en las tierras de Nsábinpguara Obiang Nchama u Oküiñ (regiones distintas y más allá de Eyiná Mba Mikú), el Anciano Bongobébea y comitiva pasaron por el lugar habitado por la tribu del «cuñado» Edú Ngomo, viendo a «la cabeza de brujo» (nló biang) recogiendo frutas; luego por donde la tribu Okeng hacía alarde de la brujería: las casas sin puertas ni detrás ni delante, y la gente entrando y saliendo de las mismas a través de diminutos agujeros por los que no cabría ni el dedo meñique de una persona normal. Continuaron el viaje cruzando el río cuyas aguas tenían la peculiaridad de provocar disentería únicamente a los adultos al beberlas; después el río sin peces y en el que solo se podía pescar bichos.

    De esos extraños lugares había un pueblo en el que su patriarca, siempre que ponía alguna trampa en el suelo o suspendida en el aire (mbong), no cazaba más que víboras; ni siquiera pescaba otra cosa que ellas. Ante este extraño fenómeno, el jefe no pudo no autorizar a sus mujeres que comieran también víboras (la tradición fang prohíbe a las mujeres el consumo de ciertas especies animales que sí están reservadas para los hombres; tradición hoy en desuso). Por esto les causó enorme extrañeza al Administrador Bongobébea y acompañantes el ver cómo las mujeres tenían en sus manos grandes trozos de ese animal comiéndoselos.

    En fin, fueron incontables las escenas extrañas que observaron Bongobébea y séquito a lo largo del viaje, que empezaba a resultar demasiado largo para Anvam Eyak y Onguanguán Ondo Biyang. Hasta llegaron a hacerlo ver al Administrador tras más de cuarenta y ocho horas de recorrido ininterrumpido y a máxima velocidad, a lo que les respondió que “no se casa cerca”.

    Anormalidades en las cercanías de Yebiyén

    La tribu Yebiyén habitaba en varios poblados contiguos, populosos y grandes, solo separados por cortos tramos de carretera. En el último de ellos, según se venía de Eyiná Mba Mikú, residían los padres de la mujer de Bongobébea. La primera anormalidad constatada por los visitantes en las cercanías de Yebiyén fue el estado abandonado de la carretera, ya cubierta de hierbas, contrariamente a la parte recorrida. En las aldeas más próximas a Yebiyén las casas estaban todas cerradas con candados y llenas de malezas, sin rastro alguno de ser humano. En la misma situación se encontraban los primeros poblados de los yebiyens. La mujer de Bongobébea, ante tanta extrañeza, no pudo contener el llanto al dar por supuesto que sus padres estarían también en las mismas circunstancias; es decir, desaparecidos, con la consiguiente preocupación de que les hubiese ocurrido algo terriblemente malo, y la sensación de vergüenza de regresar a Eyiná Mba Mikú sin calabazas.

    Arribaron, por fin, al poblado de los suegros de Bongobébea, el último de Yebiyén, donde la situación no era distinta: todo Yebiyén deshabitado, sin señal de vida humana ni animal. El Anciano Bongobébea mandó entonces parar el coche justo delante de aquellas desiertas casas.

    Sin posibilidad de tener alguna explicación de ninguna persona en el increíble e inesperado escenario, la mujer decidió dar la vuelta por detrás de la cocina de su madre (las cocinas tradicionales son independientes de las salas de comedor, de estar y de las habitaciones), en un desesperado intento de encontrar alguna pista. Allí reconoció lo que identificó como las huellas de su madre, que se adentraban en el bosque. Lo puso inmediatamente en conocimiento de su esposo, y este ordenó enseguida a los dos escoltas que se quedaran esperándoles en la Casa de la Palabra del pueblo, mientras él y su esposa iban a seguir esas huellas hasta donde fuera y costara lo que costara.

    El episodio III de «Ngarabikieñ» nos revelará lo que el Administrador Bongobébea y esposa encontrarán en esta búsqueda desesperada e incierta de pistas para dar con el paradero de sus parientes.

    Autor: Eyí Monóndong, Eyi Mongadong o Eyi Mengamá, nombres artísticos del célebre trovador D. Gregorio EYI NKOGO. «Ndong» funciona aquí como gentilicio y se refiere a Ndong Bidoa (o Bidogo según se escriba o se pronuncie en “okak” o en ntumu, dos variedades del dialecto fang), un pueblo del distrito de Mongomo, de donde era natural.

    El Observador

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