Toda dictadura, que ha sabido obtener su persistencia en el tiempo a través de constantes traiciones, secuestros, asesinatos, robos a mano armada y mentiras, tiene a un chivo expiatorio, a un sujeto encargado de ser el ejecutor, abierta y públicamente de los más terribles actos -y no es que estos no sucedan también a puertas cerradas, camuflados siempre por el engañoso bien de la normalización que implica el progreso que apela al sentimiento de los pueblos- sino que es la misma cúpula del poder, la que necesita una figura a cargo del trabajo sucio, de la que desligarse estéticamente, pero manteniendo siempre en forma subrepticia un vínculo que entraña un sinnúmero de crímenes y de órdenes homicidas. En el caso del régimen dictatorial de Guinea Ecuatorial, dicho rol lo cumple el tristemente emblemático, Cayo Ondo Mba Angue, Director de Seguridad Nacional de Guinea Ecuatorial y pastor de una secta religiosa.
Conocido por sus actos de violencia en público, en los que llegó a romperle la cabeza a una persona sin mostrar arrepentimiento ni pudor alguno, por sus costumbres caníbales y su absoluta carencia de capacidad diplomática, la identidad de este supuesto pastor religioso trasciende Guinea Ecuatorial, llegando a España, donde también su carácter impulsivo y fuera de contexto a intimidado a diplomáticos del país mediterráneo, dejando en claro que en Guinea Ecuatorial sí se vive una dictadura. Si a alguien después de todos estos años le queda alguna duda, basta ver quién es el encargado de la seguridad de la nación para comprender el total abandono al que se ha relegado al pueblo, cuyo orden y bienestar está representado por un individuo que no tiene resquemor en hacer juramentos de muerte, en espacios que deberían pertenecer a un auténtico debate participativo.Vean el vídeo durante su declaraciones en la Televisión Privada de Teodoro Nguema Obiang Mangue Vicepresidente Segundo Anticonstitucional de Defensa y Seguridad del Estado.
Si se está partiendo desde la base que la integridad de un individuo no tiene el más mínimo valor, que alguien que ha cometido una incontable cantidad de asesinatos, que ha dado fin y ha mandado a poner fin a la vida de muchos ciudadanos ecuatoguineanos, a través de indescriptibles torturas -ostenta un cargo de carácter gubernamental, gozando además de total impunidad-, entonces el mensaje que se entrega es, por sobre las fotografías sonrientes y las glorias de eternidad del dictador, que aquí la palabra poder no significa más que una sola cosa: miseria, como igual de miserable es el juego de máscaras a través del que se hace usufructo de los bienes del país. Porque ya nadie menciona la palabra poder, invocando la energía constructora que debería poseer el término, si no tan sólo para hacer referencia a aquellos que hacen mal uso de él. Eso tiene que cambiar y en efecto, puede lograrse. Se puede dejar atrás el mero papel de espectadores.
Vemos cómo el dictador y su familia se pelean el botín que han robado al pueblo, vemos, o no logramos ver del todo, con qué estrategias intentan mostrarse inocentes frente a la opinión pública, cómo despilfarran millones y millones en el carnaval de Río de Janeiro, escuchamos, de manera lejana, el respiro incómodo de una bestia que sólo piensa en satisfacerse a sí misma, en una clase gobernante que actúa por ella y para ella, pero que sonríe, sí, sonríe en una serie de fotografías sociales, como queriendo decir, nunca nos alcanzarán, es el juego perfecto, somos intocables. Pero no, les aseguro que no será así para siempre. Personajes como Cayo Ondo los delatan tanto dentro de Guinea Ecuatorial, como ante la comunidad internacional. Son estos, los animales ingenuos y brutales que exponen el flaco intelectual descubierto de un despotismo que termina por descomponerse en su propia ignorancia.
Los procesos políticos en el mundo siguen su rumbo, sin embargo, también hay que dar un paso adelante para negarse a la opresión. Y ese momento es ahora, ahora es el tiempo para la juventud ecuatoguineana para exigir un plebiscito y lograr consolidar una democracia en donde los cargos políticos sean ocupados por personas elegidas por la voluntad de todo el país a través del sufragio. Porque se debe saber que la nebulosa de mentiras en la que está inmersa Guinea Ecuatorial, en donde quien toma las decisiones se encarga de parecer como un gran proveedor y hacer ver como delincuente a quien lucha por consumar su legítimo derecho de expresarse, se vive en otros países y ha sido parte de los procesos históricos de las naciones que se encuentran en una mejor situación respecto a los derechos humanos y a la participación ciudadana.
Cayo Ondo, individuo incapaz de comunicarse y de mirar a los ojos, si no es tan sólo desde el resguardo de la ira y del castigo, que infringe hasta a su propio pueblo, debe dejar de ser un referente de la seguridad, para así en la consciencia de la gente, recobrar la potestad del amor al país. Y es que es simplemente un niño armado, pero también, como tal, es inmensamente peligroso, porque se trata de un niño de su edad. Alguien que no ha podido comprender ni asimilar el contexto socio-político en el que está inmerso y se comporta como un ejecutor ahogado en su patético heroísmo. Ser violento, tener las armas, tener las instancias del poder, no te convierte en un guerrero, Cayo, sólo te hace ser un monigote manipulable, que finalmente se puede desechar. Y sí, a ti te estoy hablando, aunque tu rostro se desfigure a punto de gritar y estés al borde de perder el control nuevamente, porque no hay un solo argumento racional que puedas esgrimir desde tu mermada realidad, no existe la más pequeña cuota de real valentía en tu voz, cobarde Cayo…
Por Angeles R.
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Tenemos que ir documentado las pruebas para llevar a Obiang y sus asesinos al Tribunal Penal Internacional.
Todos a la carcel, en la Haya.