Conoce bien nuestro fútbol modesto —trabaja como representante y tiene clientes en Segunda B, Tercera y juveniles— y su padre es ecuatoguineano, aunque él naciera en Valencia. Era el hombre perfecto. Reunía las características ideales. Así, en 2002, a través de una persona de Barcelona, a Sergio Barila le llegó la posibilidad de jugar con la selección de Guinea Ecuatorial.
Militaba por aquella época en el Benidorm y su caso sirvió para abrir la veda de nacionalizaciones españolas para la Nzalang: “Nunca había estado allí. Hablé con mi padre, le dije que había surgido esta posibilidad y me contestó que era un orgullo para él que jugará con Guinea Ecuatorial. Acepté”.
Lo que se encontró en aquel primer viaje fue muy diferente a lo que hoy en día hay. Los campos eran infames y apenas se podía jugar sobre ellos: “La primera vez era el único español y el entonces ministro de Deportes, Lucas Nguema, aprovechó para pedirme que tratara de captar futbolistas en la misma situación que yo en España”.
Y así fue. A la siguiente convocatoria llegó acompañado de varios de ellos, que poco a poco fueron elevando el nivel de la selección: “Cuyami, Rondo, Bodipo, Epitié, Juvenal, Chupe… Recomendé también a un técnico de nivel como Vicente Engonga. Conseguimos ganar a Togo en un partido histórico. La gente se volvió loca con nosotros”.
Pero después hubo desavenencias, aunque las nacionalizaciones han seguido: “No pensábamos igual. Ojalá los exfutbolistas con orígen guineano fueramos escuchados. Creo que podríamos ayudar”.
Fuente: as.com