De la existencia de sacrificios de seres humanos con fines diversos tenemos conocimiento desde temprana edad. Normalmente se atribuían a los brujos en los poblados la autoría de ciertas muertes misteriosas o que no tenían explicación razonable para el hombre del pueblo, como el repentino fallecimiento de una persona que gozaba aparentemente de buena salud. Se consideraba que esas muertes estaban causándose durante la noche por los brujos. En ocasiones, eran los curanderos ansiosos de fama y de dinero –a quienes solían acudir los familiares de las víctimas para conocer los motivos ( o el autor) de la muerte de uno de los suyos– quienes aumentaban la creencia de la gente en estas prácticas. Es de señalar que los curanderos en cuestión se consideraban poseedores de poderes de adivino, capaces de identificar a cualquiera que haya matado a otro con artes brujeriles; y muchos se lo creían. De hecho, citaban los nombres y apellidos, tras cada consulta, así como la relación familiar y el poblado del (presunto) brujo causante de la muerte o la enfermedad de tal o cual persona.
Los curanderos eran también los grandes descubridores de las tentativas de homcidio por el arte de hechizar (“áviala”) a los niños, imputado asimismo a los brujos, normalmente algunos ancianos del pueblo, que prentendían que él (el niño hechizado) le “entregara” (diera en sacrificio) a uno de sus familiares más directos, preferentemente, de consanguinidad (padre, madre, tío o hermano).
Es curioso detectar que tanto las muertes y enfermedades misteriosas, vinculadas con la acción de la brujería, como el arte de hechizar a niños, no se relacionaban con un objetivo económico o de enriquecimiento de sus supuestos autores, ni con el poder político. Eran, al parecer, (hipotéticos) sacrificios llevados a cabo por los brujos que, siendo también parientes de las víctimas, tendrían la pretensión de causar de este modo daños a otros familiares suyos. O sea, que los brujos de referencia eran también familiares de sus víctimas. Por ejemplo, un hermano que mataba en la brujería al hijo de su hermano para perjudicar a éste por pura envidia; o un abuelo que hechizaba a su nieto para el mismo objetivo. De aquí el dicho de que “la brujería no cruza fronteras” (entre poblados).
Esta primera fase de las prácticas brujeriles fue reemplazada, al menos parcialmente, por otra (quizás desde los años 90): la del “apoderamiento del espírutu” de una persona viva por el brujo (“Kong”) hasta causarle la muerte, con un interés manifiestamente económico. No se trata de que el brujo quiera quedarse con el patrimonio de su víctima, que puede ser pariente suyo o no, sino de servirse de su espíritu para enriquecerse mucho y en seguida. Es el auge de los curanderos espiritisstas, en realidad comerciantes disfrazados, que está siendo disputado por las sectas, también espiritistas, que invaden el País en la actualidad. Una u otra modalidad de espiritismo tienen el objetivo primordial de acumuar dinero bajo el pretexto de sanar o predicar.
La tercera fase de sacrificios humanos, simultánea con las anteriores pero cada vez más notoria entre la población, está ligada con los ascensos o mantenimiento en importantes cargos en el Gobierno. Se produecen, por lo general, en vísperas de la composición de un nuevo Gobierno tras un proceso seudoelectoral. Su similitud con la primera es que el sacrificado debe ser un pariente consanguíneo (fuente popular).
El miedo sicológico de alguna parte de la población ha llegado a hacerles creer también en la posibilidad de ser dado en sacrificio a través de una llamada telefónica anónimma.
Siendo cualquier sacrificio humano por motivos brujeriles una aberración, el horror en esta cuestión ha llegado con la aparición de otra nueva modalidad en Guinea Ecuatorial: los ejecutados aparentemente por el Estado a través de quienes le representan en las distintas Instituciones (Fuerzas Armadas, Alcaldes, Gobernadores o Ministros), e indistintamente contra cualquier ciudadano (Medios de Comunicación y el murmullo popular como fuente).
Aquí la impunidad es absoluta, ni si quiera pueden intervenir ni los curanderos, tradicionales o espiritistas, ni las sectas, por no decir quien tiene el deber constitucional de hacerlo, que es el propio Estado: Fiscalía, Jueces, Gobierno.
Cita histótica:
En su Primera Catilinaria, el gran Orador Romano Cicerón, siendo Cónsul de Roma y ante los planes de su oponente político Catilina, de acabar con él con las armas y quemar Roma, pronuncia la siguiente frase en el Senado, donde también se encontraba Catilina para asistir a los debates como Senador:
“¡El Senado sabe esto, lo ve el Cónsul, y, sin embargo, Catilina vive! ¿Que digo vive? Hasta viene al Senado y Toma parte en sus acuerdos, mientras con la mirada anota los que de nosotros designa a la muerte”. Fin de la cita.
¿Existe realmente la brujería? ¿Por qué hasta los poderes del Estado ecuatoguineano creen tanto en ella? ¿No se estaría haciendo daño innecesariamente a familias enteras a causa de ella?
El Observador
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La mejor prueba está en el reciente caso de asesinato a un adolescente de 19 años, Maiken, sano, estudiante y religioso; secuestrado en una excursión estando en compañía de unas monjas; torturado y luego safrificado por personas identificadas según algunas fuentes; el cuerpo hallado después mutilado según otras. ¿Puede confirmarnos D. Santiago que Maiken que no fue secuestrado y asesinado con una finalidad brujeril?
Estimado señor:
Siendo importante la autopsia para la determinación de las posibles causas de fallecimiento de una persona, no lo es menos que se deban hacerse en simultaneidad con una investigación policial y judicial independiente y críble, especialmente en el marco de un presunto caso de asesinato. Pero la realidad nos indica que el más grave problema social que actualmente tiene Guinea Ecuatorial es precisamente éste, el de ocultación de pruebas en casos de asesinatos por brujería relacionados con el Estado, que tiene el deber primordial de buscarlas de oficio através de la Fiscalía y los Tribunales, en colaboración con otros medios como la Medicina Forense, de modo que puedan ser juzgados sus autores.
Si no, dínos si la Policía, la Fiscalía o algún Juez se han atrevido a abrir diligencias contra los presuntos involucrados en el asesinato de Maiken, incluidos los ocupantes del vehículo aquel y las monjas de la excursión. ¿Nos dirá que no tienen pruebas contra ellos? El sentido común nos dice que sí han de ser interrogados.
Los sacrificios humanos a inocentes para usar sus órganos de alimento a los marabúes o brujos, con el objeto de consolidar la pepetuidad en el poder, son pruebas suficientes de que el Estado ecuatoguineano cree en la brujería y la practica, con la consiguiente impotencia absoluta e insuperable de la población ante su propio Estado y ante los brujos, nacionales y extranjeros, que se frotan las manos actualmente dentro y fuera del País: el negocio es tan lucrativo como duradero porque el poder lo es también o pretende serlo con los sacrificos humanos, y no mediante elecciones libres y disputadas. No conocen la palabra crisis ni los unos ni los otros.
El Observador