Cuando en el año 1931 un periódico español criticó el silencio de los misioneros españoles ante el sanguinario reclutamiento en que estábamos siendo sometidos por los colonos españoles los precursores de la independencia de nuestro país trataron desde entonces de demostrar su compromiso por la lucha de nuestros derechos. Los misioneros españoles negaron la existencia de cualquier tipo de abusos en nuestro país, y expresaron su más firme apoyo a los criminales colonizadores: “los precursores de la independencia de nuestro país fueron muy explícitos: “es la hora de que empecemos a protestar, movilizar y reivindicar nuestros derechos”.
Los misioneros españoles instigaron el uso de la violencia contra nuestros compatriotas porque ellos se negaban a aceptar tanta vejación (los “ salvajes, como hoy nos llaman pobres mentales”). Defendieron como pudieron el encarcelamiento de nuestros líderes de aquel entonces contrarios a España. Exigieron a Núñez de Prado y a otros que la guardia colonial, reprimiera la poligamia e impusiera el modelo familiar occidental mediante “el miedo y la obediencia”. Elogiaron públicamente la quema de nuestros pueblos. Una vez incluso consideraron positivo que exhibiera al aire libre, durante días los cadáveres de algunos de nuestros jefes tradicionales que se rebelaban contra los colonizadores españoles.
Y en otra ocasión, la revista de los misioneros españoles anuncio complacida que los guardias coloniales habían atacado algunas zonas rebeldes en nuestro país, y habían realizado un “ escarmiento” “satisfactorio” : hicieron herejías con nuestras compatriotas violándolas en todos los sitios desde arriba hasta abajo, arrasando pueblos, plantaciones, y detuvieron a muchos prisioneros. A nuestros compatriotas les obligaban a realizar trabajos forzados, bajo el pretexto de que eran “ holgazanes” por naturaleza y había que coaccionarlos para que trabajen. Un obispo español por aquel entonces critico duramente a la Sociedad de Naciones por oponerse a los trabajos forzados y a las prestaciones.
Sin embargo, al darse cuenta que España acabaría firmando los tratados internacionales en materia laboral, se dirigió al Ministerio de Estado para indicarle que el gobierno español debía intentar que el convenio contra la esclavitud en Guinea Ecuatorial fuese más leve y permitiese las prestaciones. Al mismo tiempo solicitó que en el tratado se incluyera un artículo en el que se constase que los Estados colonizadores debían prestar su apoyo a las misiones.(…).Los misioneros españoles no podían dedicar críticas muy severas al reclutamiento, porque ellos mismos también habían contratado braceros, y no solo para las misiones católicas, sino también para algunos colonos católicos que pagaban a los religiosos por cada trabajador entregado(los misioneros españoles afirmaban que los braceros católicos eran más sumisos que los demás).Los misioneros españoles usaban los mismos métodos que los demás colonos para subyugar a nuestros compatriotas .
Los braceros de la iglesia también firmaban un contrato por dos años y no podían dejar de trabajar sin que expirase el plazo fijado. Los misioneros españoles, en sus expediciones al interior del país, utilizaba el látigo para disciplinar a los porteadores, como los demás colonos. También recurrieron al látigo en sus rentables plantaciones de cacao, y en la usurpación de terrenos en Nkué a cambio de estampitas. En el año 1917, en la misión de Banapá (Fernándo Poo), un bracero murió por los azotes que le propinó un misionero español; el superior del centro calificó el hecho de “insignificancia”.
Para construir sus capillas, y sus misiones, los misioneros recurrieron a las prestaciones; aquellos edificios se consideraban “de interés colectivo”, aunque en aquella época los católicos fueran una pequeña minoría en nuestro país. Los misioneros, además, utilizaban habitualmente el trabajo infantil, tanto en las plantaciones como en las ciudades: los niños de la misión “aprendían” el oficio de cajista en la imprenta de los misioneros o recibían “clases” de agricultura en las plantaciones de cacao de esos misioneros.
Uno de los misioneros más autoritarios era el obispo de la colonia . Una vez amenazó al líder de un poblado con encarcelarle si sus hombres no chapeaban (limpiaban) un terreno en el que quería construir una capilla, cerca de Nkué . El obispo le aseguró al jefe que él podía ordenar que le dieran una paliza, porque era “más que el teniente”. En otro caso, alguno compatriotas no querían trabajar gratis despejándole el camino por la selva con machetes, les advirtió que si no obedecían sus órdenes, avisaría a la guardia colonial y haría que les diesen una paliza . Aquél obispo al desplazarse de un sitio a otro obligaba a varios porteadores a llevarle en brazos.
De hecho, aunque algún misionero criticara en algún caso el reclutamiento, siempre mostraron su fuerte apoyo al régimen colonial y no dudó en ofrecer su ayuda a Núñez de Prado y a sus hombres. Cuando Núñez de Prado expulsó de la colonia a los agricultores que habían difundido un manifiesto en su contra, el vicario apostólico enseguida manifestó su adhesión a lo que había hecho el gobernador. Los misioneros podrían criticar las prestaciones, pero paralelamente elogiaban las infraestructuras que se habían construido gracias a los trabajos forzados. Incluso felicitaban por dichas obras a Núñez de Prado, a quien tildaban de “alma e iniciador del resurgimiento de nuestro país”.
Los misioneros españoles ni siquiera censuraban las actuaciones más brutales de la guardia colonial en nuestro país. Al contrario, defendían el cuerpo como “mano justiciera del gobierno de la colonia” y lo elogiaron por “la misión civilizadora”, por “la construcción de vías de comunicación “ y por “instruir a nuestros compatriotas”. A principios de 1931, desde de las páginas de la Guinea Española, un misionero español felicitó al subgobernador de Bata, un “capitán” por su labor en el arreglo de los caminos, el embarque de nuestros compatriotas “indeseables” y el cierre de alguna casa de mal gusto” (no mencionaba que los caminos se habían hecho mediante la violencia y que el” embarque” constituía, de hecho, un secuestro).
Al teniente Touchard, juzgado y condenado por el reclutamiento, los misioneros españoles le definían como “un gran militar y gran cristiano”. Los misioneros españoles aseguraban también que Carrasco de España, el teniente drogadicto y violento, “supo desplegar bien los bríos de su pletórica juventud”. Y elogiaron la “resolución y entereza” del corrupto subgobernador Garcia Loygorri, que sólo es “merecedor de elogios”( aunque cobrara por cada bracero enviado a la isla); decían que aquel funcionario había contribuido al “ engrandecimiento de nuestro país, e incluso aprobaban explícitamente sus métodos : “ ¡Así es como se llevan a cabo las grandes empresas !”
Hemos ido a guate-peor, y es la narración de los mismos hechos que perpetúan hoy día en nuestro país, pero con diferentes protagonistas.
“Biyang”