Sir Lucky Dube
CIUDADANO Y COMUNICADOR
“La historia no se repite, pero a veces rima.” —Mark Twain.
El mundo, según lo conocemos hoy, es el resultado de la correlación de fuerzas surgida de la IIª Guerra Mundial, que encumbró a EEUU como potencia hegemónica, posición que se vio más reforzada tras la caída de la URSS. ¿Antecedentes? Imperialismos y colonialismos practicados por las potencias occidentales fueron la causa subyacente de la Iª Guerra Mundial, antes llamada ‘La Gran Guerra’. Tras derrotar a Francia en la guerra franco-prusiana, Alemania se convirtió en una potencia industrial y militar con ganas de participar en el ajedrez geopolítico mundial, pero había llegado tarde al reparto colonial (África y Asia), así que había que montar una guerra para reordenar el tablero. La triple alianza, liderada por la Alemania de Bismarck (junto con los imperios Otomano y Austro-húngaro), declaró la guerra a la triple entente formada por Inglaterra, Francia y Rusia (luego se sumaron italianos, japoneses y yankees). Perdieron los alemanes. El segundo antecedente también se produjo en el marco de la Iª Guerra Mundial; los Romanov, últimos zares de Rusia, mantuvieron al país inmerso en la guerra a pesar de las constantes derrotas, la grave crisis económica y la hambruna extendida por el país; todo aquello generó en las capas rurales y obreras un descontento que produjo las revueltas sociales que culminaron con la toma del Palacio de Invierno, la ascensión de Lenin y la victoria del ‘ejército rojo’ de Trotski sobre el ejército leal al régimen zarista. Tercer antecedente: el Crack del ’29; fue la mayor caída bursátil de la historia de EEUU, y la antesala de una crisis económica en los años ’30, conocida como La Gran Depresión: quiebra de bancos, cierre de fábricas, familias en ruina, suicidios y otras plagas bíblicas en EEUU; pero la crisis se globalizó. Sudamérica se vino abajo; paro y precariedad crecieron en Francia e Inglaterra –en Asia y África, colonizar ‘in situ’ pronto dejaría de ser rentable–. Y en Alemania, humillada en Versalles y sumida en una grave crisis económica, un joven soldado austríaco empezó a abrirse paso como símbolo de la salvación económica y el poderío alemán; se llamaba Adolf Hitler.
No soy de los que opina que la historia siempre se repite, pero sí creo que, en política, como en la vida, ningún presente puede entenderse sin considerar su pasado, de modo que cualquier análisis político que no vaya precedido del correspondiente análisis histórico es parco en contenido… Así hoy, mundialmente, verificamos que nos encontramos sobre la vertical de los años ’30… Cierto es que no venimos de una guerra mundial y espero que no vayamos hacia otra; pero los conflictos en Irak, Afganistán y, más recientemente, en Siria tienen por causa subyacente el control geopolítico de los territorios aledaños al Golfo Pérsico –y de sus reservas de gas y petróleo– como sucedió antes de la Iº Guerra Mundial, sólo que ahora colonialismo e imperialismo llevan el prefijo ‘neo’. La crisis económica que empezó, simbólicamente, con la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008, es claramente émula de La Gran Depresión de los años ‘30; y ahora, como entonces, alumbra nacionalismos egoístas –entonces totalitarismos– que rentabilizan el miedo y la desesperación de la gente mediante narrativas excluyentes que convierten al inmigrante, al ‘sin patria’ o al diferente en el chivo expiatorio. En los años ’30 se zanjó el asunto con otra guerra mundial, la segunda; y a mí no me parece descartable una guerra de gran envergadura en futuros no tan lejanos (especial atención a Irán). De momento, a falta de Hitlers, Mussolinis, Stalins o Francos, tenemos a Trump, Erdogan, Salvini, Le Pen, Putin, Orbán, o el recién incorporado Bolsonaro para ir creando ambiente… Bertram Gross, en Friendly Fascism (1980), ya profetizó que el nuevo fascismo no vendría con campos de concentración ni cruces gamadas; sino con una sonrisa, en un programa de televisión y vestido de traje y corbata… ¡Tiempo al tiempo!
Y el breve repaso histórico también enlaza con G. Ecuatorial, que es mi negociado. Sucede que, tanto en conversaciones interpersonales como en paseos por las redes sociales, llevo un tiempo observando en el guineano un rasgo desconcertante. Y es que muchos dan por hecho que lo que vendrá después de Obiang será necesariamente bueno, casi con total seguridad. Y eso, en opinión de quienes así opinan, será así básicamente porque peor que Obiang no se puede hacer, y peor que ahora no se puede estar… La ingenuidad de algunas de sus razones casi produce ternura. He leído –y oído– cosas como: “ya hemos sufrido mucho y no merecemos sufrir más”, “el pueblo ya no lo permitiría, un tercer dictador no lo tendría tan fácil”; hay, incluso, quien se sirve de razones histórico-místicas aseverando que después de Obiang tendremos una democracia, o algo parecido, por el hecho tan científico –entiéndase la ironía– de que Don Bonifacio Ondó Edú (figura relevante en la pre-independencia) lo predijo a finales de los ’60, más o menos en los siguientes términos: “el tercer presidente de esta joven república será quien traiga la democracia y la paz”. Como ven, poco puede uno oponer ante tan sólidos argumentos… Excuso decir que comprendo y comparto el deseo de que el período posterior a un régimen tan infame nos traiga paz y prosperidad; pero excuso decir, también, que, por ahora, ese deseo es algo más cercano a la fe que a la ciencia, al carecer de elementos objetivos que lo vinculen con la realidad.
La esperanza y el miedo son las emociones básicas de los seres humanos, y la correlación entre ambas define el comportamiento de los pueblos; de modo que cuando el miedo supera a la esperanza los pueblos viven atenazados, acobardados y atemorizados por cuanto afecta a su suerte o su futuro, por todo lo que es político. En cambio, en las comunidades donde la esperanza supera al miedo, el mundo es un lugar lleno de posibilidades gestionables. El caso de Guinea Ecuatorial es el primero: mucho miedo y muy poca esperanza. Lo que ocurre es que Obiang está ya viejo y enfermo, casi decrépito; y ese hecho traslada al pueblo una sensación de final de época, y dado que la época que finaliza ha sido de gran padecimiento, se genera en nuestro imaginario –individual y colectivo– el deseo y la necesidad de que lo venga después de Obiang sea mejor casi por puro y simple merecimiento, porque ya nos toca; lo cual es humanamente entendible, porque la aspiración de mejorar es humana, y el deseo de no sufrir también… pero confundir deseos con realidad también es muy humano, lo que pasa es que en estos casos no conviene.
Decía Antonio Gramsci que las crisis son periodos en los que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, y en esos claroscuros surgen monstruos. Al hilo de eso, fenómenos como el golpe de estado fallido en diciembre 2017, orquestado de forma chapucera por sobrinos y nietos del propio dictador fue, a mi juicio, la prueba de que hay más un gerifalte del régimen que está tratando de recolocarse ante una eventual muerte de Obiang; y aparte, operarán actores externos, influirá la lucha fratricida que está teniendo lugar en el seno de la dictadura, la oposición –o lo que quede de ella– tendrá, supongo, algo que decir, ¿y el pueblo? ¿será pasivo? ¿activo? ¿algo intermedio?… Con semejante panorama, con tal cantidad de actores y facciones tratando de sacar tajada, me cuesta mucho imaginar, por mucho que lo desee, que lo viene será mejor sólo porque ‘nos lo merecemos’… De entrada, para merecer algo hay que haber luchado por ello, capítulo en el cuál, como pueblo, ni estamos ni parece que estaremos. Somos hijos y nietos, en trazos generales, de padres y abuelos que nunca lucharon por nada porque vivieron siempre con miedo y cobardía; y cuando hubo quien se levantó y peleó, no encontró en el populazo el abrigo o la colaboración necesaria para triunfar en su lucha; antes al contrario, en este país siempre se traicionó y se marginó a quienes defendieron causas nobles, facilitando que quien gobernara, ante la displicencia del pueblo, pudiera torturarlos, exiliarlos o asesinarlos casi a placer. Sabiendo todo eso, se me hace muy difícil pensar que los hijos de quienes nunca lucharon por nada que fuera noble vayan a hacerlo ahora, salvo algunas –y muy honrosas– excepciones, pues siempre queda un justo en Sodoma.
Por otro lado, tampoco se dan, a mi juicio, las condiciones previas y necesarias que nos permitan soñar despiertos con un camino hacia la democracia en el corto o el medio plazo. Hay que recordar, en ese sentido, que la democracia nació como un juego de contrapesos que, cuando aún está en vías de consolidación, suele ser la antesala de una democracia venidera. Dicho de otro modo, cuando a las asambleas, parlamentos, cortes reales u otro tipo de instituciones estatales se le incorpora el concurso efectivo, aunque incipiente, de universidades, prensa, sindicatos y otros resortes anclados en la sociedad civil, puede decirse que se está en una situación pre-democrática, en una situación con visos de evolucionar a una democracia… Y eso, de momento, tampoco lo tenemos.
Así las cosas, ¿de qué depende, pues, el ‘día después de Obiang’? Pues nuestro futuro, como diría Iñaki Gabilondo, “dependerá, de lo que hagamos, de lo que no hagamos y de lo permitamos que se haga”. Nuestro futuro dependerá de la lucidez y la audacia de nuestros líderes políticos, de su honradez, de su capacidad para no infravalorar la complejidad de los desafíos y de su humildad para no sobrevalorar sus propias capacidades. El futuro dependerá de nuestra selección de prioridades, y de la correlación de fuerzas que haya en el momento: De la lectura que hagamos del momento histórico y de las lecciones que hayamos extraído de nuestro pasado, pues la historia es útil porque en ella podemos ver los momentos de encrucijada en los que se alumbraron caminos distintos, y más esperanzadores a que los finalmente se tomaron… Nuestro futuro, en definitiva, dependerá de nuestro coraje y valentía como pueblo; y de las ganas que tengamos de convivir, de vencer y de permanecer.
A quienes lean esto, de veras que siento mucho servirles un vino tan amargo, pero creo sinceramente que así de jodidos estamos. Hay mucho que lamentar, hay mucho que temer y hay mucho sobre lo que meditar…
Somewhere in South Africa
Sir Lucky Dube
¡One Love!
vIII/XI/MMXVIII
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TODO YACE AQUÍ y MUCHO MÁS:
“CUANDO SE DESCUARTIZA LA GALLINA EL PATO LO VE TODO”.
No lo digo YO, lo dice en este artículo. Léanlo.
“Francia e Italia luchan en el cuadrilátero de Libia”.
¡Si Gadafi estuviera vivo!…joder.
Gas y petróleo o intereses geopolíticos es lo que realmente interesa a Italia y Francia y con ellos a sus aliados occidentales. El resto, la vida de los libios y el sufrimiento al que están sometidos son elementos secundarios siempre y cuando estén a salvo los negocios europeos.
En teoría, el próximo 10 de diciembre deberían celebrarse elecciones generales en Libia. Pero, pese a las presiones de Francia, éstas no tendrán lugar y, al final, Italia se saldrá con la suya. Estamos, una vez más, ante un enfrentamiento entre países europeos en suelo africano en el que está en juego la defensa de sus propios intereses y no los de los africanos. Una historia que tristemente se repite continuamente, esta vez bajo el disfraz de negociaciones de paz.
A finales de mayo, las principales facciones que se enfrentan sobre territorio libio llegaron a un acuerdo histórico por el que se comprometían a celebrar las elecciones en la fecha indicada y para ello se adoptarían las leyes necesarias antes de mediados de septiembre. Aquella reunión tuvo lugar en París y en ella participó de manera muy activa el propio presidente francés, Emmanuel Macrón, que describió el compromiso alcanzado como esencial para favorecer la reconciliación del país.
Ojo, Francia no es un estado no democrático. M.M es un presidente de un país democrático y muy defensor de los «derechos animales», el país de la Liberté, Égalité, Fraternité…MERDE!
Libia se encuentra envuelta en una guerra desde que las potencias occidentales depusieron y asesinaron a su presidente, el coronel Muammar Gadafi en 2011. Desde entonces, la nación norteafricana está controlada por diversos grupos que se reparten el territorio y luchan entre sí. Ahora, los líderes europeos piensan que la estabilización del país es clave para enfrentarse tanto a las amenazas yihadistas como para frenar la migración, ya que en él todavía esperan miles de personas que intentan llegar a Europa. Es por eso por lo que a la Cumbre de París, también asistieron representantes de diversos países de la Unión Europea, los Estados Unidos y de otras naciones del norte de África, además de Catar y Turquía que, junto a Egipto, son vistos como financiadores de algunas de las facciones en litigio.
Por parte de Libia, solo fueron invitados los cuatro principales grupos armados que no firmaron ningún documento, solo aceptaron, de forma verbal, cumplir con las resoluciones y la fecha acordadas. La opción por esta representación dejó fuera otras facciones que se sintieron marginadas. También hubo grandes ausencias. Por ejemplo, los representantes de la ciudad de Misrata y varias milicias que operan en el oeste del país, a pesar de ser invitados, declinaron alegando que la reunión no les representaba.
Además de estas dificultades, la posición de París se enfrenta a la reticencia de Roma que considera que no se cumplen las condiciones propias para un “experimento democrático” en Libia. La distancia entre los puntos de vista de las dos capitales europeas ha crecido en los últimos meses… ¿por qué?, porque quieren a los pobres libios?…¡JODER!
Como se sospechaba, a pesar del optimismo francés, va a ser muy difícil implementar los acuerdos alcanzados en mayo. El pasado 30 de septiembre, el enviado de la ONU en Libia, Ghassan Salamé, reconocía que «podría ser imposible respetar la fecha del 10 de diciembre para las elecciones», en declaraciones a AFP.
La explosión de violencia que vive el país desde el pasado 26 de agosto podría estar detrás de la afirmación de Salamé. Los grupos armados de la denominada 7ª Brigada, una milicia que opera en el sureste de la capital y que se supone que dependen del Gobierno de Unidad Nacional, han intentado entrar en Trípoli, lo que ha provocado el contraataque de las milicias que defienden la capital; operación que ha causado cientos de muertos y miles de desplazados. Finalmente, el 25 de septiembre se alcanzó un alto el fuego que pende de un hilo. Este acontecimiento ha puesto de relieve el poder de las milicias y que estas parecen no tener ningún interés en alterar el actual statu quo.
Así se ha llegado a los días 12 y 13 de noviembre, fechas en las que ha tenido lugar en la ciudad italiana de Palermo una nueva conferencia sobre la crisis libia. Antes del inicio de la misma, Salamé ha dado por muerto el plan francés y ha apuntado a la posibilidad de que los comicios se celebren en junio. Pero antes de ellos, dice que debe tener lugar una conferencia nacional, a principios de 2019, para dilucidar el formato del proceso. En ella habría que decidir qué tipo de elecciones se quieren, presidenciales o parlamentarias, y qué modelo de ley electoral. El compromiso alcanzado al final de la reunión de Palermo recoge esta tesis.
Aunque en la inauguración de la conferencia, el primer ministro italiano, Guiseppe Conte, aseguró que Italia y Francia comparten la misma visión y objetivos en torno a la crisis que vive Libia, parece que por ahora se impone la tesis italiana frente a la francesa que pedía elecciones antes del fin de 2018.
JODER, ¿lo entienden los sabiondos?, Sir Lucky… “Italia y Francia comparten la misma visión y objetivos…” Pobres hermanos libios, ¿hemos comprendido lo que quiere decir esto…?, QUE Italia y Francia COMPARTEN la misma visión… ¿Os recordáis de la Conferencia de Berlín celebrada entre el 15 de noviembre de 1884 y el 26 de febrero de 1885?
Lo único que queda claro de esta disputa es que de nuevo dos potencias europeas intervienen en un país africano para defender sus propios intereses y no los de los libios.
Aunque París y Roma apoyan diplomáticamente al Gobierno de Unidad Nacional de Trípoli, el único reconocido oficialmente por la ONU, que está presidido por Fayez al-Sarraj, Francia ha forjado vínculos muy estrechos con Khalifa Haftar, enfrentado a las autoridades de Trípoli. París le ve como un elemento clave para reunificar el país y luchar contra el Estado Islámico. Es gracias al apoyo francés que este comandante ha logrado convertirse en un jugador a tener en cuenta por la comunidad internacional y cuya presencia se ha vuelto imprescindible en las mesas de negociaciones. Prueba de ello es que ha estado presente en Palermo. Pero Roma, que siempre presume de conocer mucho mejor el terreno de su antigua colonia, mantiene relaciones privilegiadas con Trípoli y ve a Haftar como una posible amenaza a sus intereses en el país.
Haftar, y los intereses que representa, se ha convertido en el principal escollo entre las dos capitales europeas. A través de él, Francia quiere acercarse más a los países que lo financian: Egipto y Emiratos Árabes Unidos. A Italia le interesa apoyar al Gobierno de Trípoli porque es ahí, en la parte occidental de país, donde ENI, la principal empresa de hidrocarburos italiana, tiene inversiones a largo plazo. Los intereses energéticos de Francia, representados por Total, están en el este del país, especialmente en la región de Cirenaica, aunque este país no depende tanto del petróleo y el gas ya que la mayoría de su energía procede de centrales nucleares y consigue el uranio principalmente en las minas de Arlit, en Níger, operadas por la compañía francesa Areva. De ahí que busque aliados para luchar contra el Estado Islámico y grupos yihadistas que operan en el Sahel y Haftar se postula como el principal.
Poor of Libyans, poor Africans. Sir Lucky, read this that you are very intelligent … Regardless of your article, which is very good, but, what difference is between Libya and Equatorial Guinea?