África en general, y todas las naciones que lo componen están en la imperiosa necesidad de llevar una lucha leal y decidida para contrarrestar no solo el desequilibrio de las distribuciones económicas, si no igualmente la agresión cultural que padecen muchos estados africanos, si queremos seguir conservando nuestra identidad negro bantú. La identidad cultural es uno de los legados más importantes de los pueblos, con ella, podemos identificarnos con una región en particular, una lengua, unas costumbres, una dieta y demás características particularmente únicas a un determinado pueblo o región. Es responsabilidad entera de los pueblos conservar su legado cultural para las futuras generaciones. Porque cualquier laxitud, lasitud y ligereza exhibidas por los que deben custodiar su tradición y cultura, resultaría inevitablemente en una rápida erosión y desaparición de la singularidad de las personas.
Este texto es bastante delicado y complejo, puesto que voy adentrarme a escribir sobre rasgos y costumbres sociológicas y antropológicas, pero careciendo de estudios en los campos anteriormente citados. Pero, en esta era de las tecnologías y con la facilidad que disponemos en el occidente de acceder a textos de referencia, voy a tratar de elucidar sobre la transculturación, el caso del feminismo y la homosexualidad basándome meramente en experiencias vividas y en textos de referencia que sostengan mis teorías.
Hace aproximadamente siete meses que mi Universidad me cursó una invitación para abordar el tema de la violencia en los hogares, era un coloquio al que participaban estudiantes de diferentes rincones del planeta. Yo iba para aportar o hacer mis pequeñas contribuciones a una audiencia de más de cuatrocientas personas sobre la percepción de la violencia de género en el contexto africano. Como siempre digo a la gente por estos partes, no me gusta hablar en nombre de África, porque África es tan diversa y multicultural que no me creo con las facultades de hablar en nombre de todo un continente tan vasto y heterogéneo. Prefiero hablar de los bantús, porque, como Bantú, nuestras prácticas y costumbres tienen siempre un denominador común. La audiencia, al coloquio que iba a participar, era jóvenes Universitarios americanos, y en unas de mis intervenciones, expuse que una de las razones que en mi opinión conllevan a la violencia en los hogares en mi país es cuando un hombre por las razones que sean decide casarse con una segunda o tercera mujer, una práctica totalmente aceptable en nuestro contexto cultural. Una de las chicas que se encontraba en la primera fila, totalmente desconcertada y casi atónita sobre la práctica de la poligamia me preguntó si conocía o había conocido u oído hablar de alguien que tenía más de una mujer, a lo que respondí que mi abuelo tenía un poco más de cinco mujeres, palabras que escandalizaron a toda la audiencia llegando a parar el coloquio por algo más de veinte minutos.
La razón que explica el estupor de mis palabras en aquel lugar, fue porque la cultura es una herencia social que se transmite de una generación a otra, estableciéndose así un legado en el modo de pensar y la manera de concebir e interpretar la vida, y nuestras realidades.
Traigo a colación este caso, para hacer énfasis sobre las acentuadas diferencias en la concepción del matrimonio y los vínculos conyugales entre el occidente en general y el negro bantú en particular. Resulta aberrante en mi opinión, que una sociedad que ha sido capaz de hacer normes progresos en la modificación de la definición del matrimonio en sus códigos civiles de unión de un hombre y una mujer a unión de dos personas adultas dispuestas a convivir juntas se sientan aterrorizadas al concepto de la poligamia.
Como bien lo puntualiza el Dr Rafael Maria Nzé Abuy en su libro “Familia y Matrimonio Fang” el ser humano en su estado primitivo no disponía de ninguna forma legal de matrimonio, si no que vivía constantemente en una situación de promiscuidad. Por tanto, cada cultura ha ido adoptando la forma de matrimonio que más le convenía por diversas razones. Los que han tenido la oportunidad de asistir a los actos de defunción de un bantú, Un Fang, por citar un ejemplo concreto, saben que en el momento de contar las posesiones o la herencia que ha dejado el difunto, uno de los bienes más valiosos en contar son los hijos. Para la gran mayoría de los bantús, tener muchos hijos es sinónimo de ser rico, la dimensión de la riqueza en nuestra cultura pasa directamente por tener una familia numerosa. Por tanto, el ideal de la fecundidad como lo apunta el Dr. Nze Abuy, y la preocupación por tener una familia numerosa y poderosa, hacen desear hijos numerosos, y esto conduce naturalmente e inevitablemente a la poligamia. Nuestra cultura lo entiende así, y aunque esto tenga repercusiones en la estabilidad emocional, y la situación económica del hombre bantú moderno debemos admitir que la poligamia forma parte intrínseca de algunos de nuestros modelos de familia.
Dicho esto, no hemos constatado en ningún momento un movimiento negro bantú, que intente expandir la aprobación del matrimonio poligámico en ninguna otra cultura, somos conscientes de que, funciona, aunque con ligeras asperezas para nuestros propios intereses culturales. África está viviendo una transculturación que debe ser parada con unanimidad por todos los pueblos africanos que desean conservar sus tradiciones.
Recientemente, el presidente de Kenia Uhuru Kenyatta fue entrevistado por Christiane Amanpour de la CNN sobre cuestiones generales que conciernen a su país. Una de las preguntas que originó titulares en la prensa internacional fue cuando la entrevistadora pregunto al presidente Kenyano si estaban dispuestos a permitir la aprobación del matrimonio homosexual en Kenia. El presidente Kenyatta, visiblemente irritado, reiteró a la periodista la postura de Kenia y de muchos estados africanos sobre la homosexualidad diciendo que va en contra de las creencias culturales de la gran mayoría de los keniatas, añadiendo que las relaciones entre personas del mismo sexo no son un tema de derechos humanos, sino de «nuestra propia base como cultura». El continente africano vive constantemente en un agresivo acorralamiento por adoptar prácticas que no se ajustan al deseo general de los pueblos africanos y que transgreden nuestra identidad cultural. El caso de la imposición de la homosexualidad y el lesbianismo en África debe tomarse con mesura. Sin embargo, no estoy queriendo decir que no hayan personas homosexuales en África, nadie tiene la facultad de frenar los sentimientos afectivos de los demás, porque al final, el fin último de todo hombre es su felicidad como decía Santo Tomas de Aquino. Pero, los homosexuales no son la mayoría en nuestra cultura, no representan el ideal de lo que define a un bantú, de hecho, en nuestra cultura la homosexualidad es vista como una desviación de la norma culturalmente establecida.
Haciendo un análisis de una obra que me encanta del fallecido novelista Nigeriano Chinua Achebe en su libro “Todo se Desmorona” uno llega a conclusión de que la homosexualidad no podría haber existido en la Umuofia de Achebe antes de la expansión colonial.
Muchos escritores africanos tienen una visión igualmente Afrocéntrica y muy extrema con respecto al tema de la homosexualidad, ya que no es una elección individual con la cual explorar la sexualidad de uno, sino más bien una aberración occidental que es considerada por muchos como parte del bagaje psicológico del colonialismo.
Por lo tanto, así como existen en el estado de Utah en los Estados Unidos comunidades de polígamos de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos días, comúnmente llamados mormones, que no representan la opinión generalizada de la sociedad americana sobre el tipo de matrimonio comúnmente aceptado en su concepción de las relaciones conyugales. En África, existen personas homosexuales y lésbicas cuyo comportamiento es totalmente descaminado para la gran totalidad de los pueblos africanos.
La mujer africana bantú es guapa, fuerte e inteligente, y desde los origines del mundo ha tenido un lugar de privilegio en la estructura familiar. El resurgimiento de los movimientos feministas que ha encontrado en ciertas escritoras guineanas la caja de resonancia de su albedrío por imitar al occidente es preocupante, Estas en su afán por europeizarse hacen creer en sus libros que la mujer bantú, no tiene ningún derecho a tomar sus propias decisiones y que vive eternamente coartada de libertad haciendo afirmaciones tan exageradas como que “La mujer guineana está sometida por la iglesia y la cultura bantú”. Esta afirmación es tan falsa como culturalmente improbable, El Dr Rafael Maria Nzé Abuy puntualiza en su libro, el Matrimonio Fang que, la mujer Fang en ningún momento es esclava, ni sierva de su marido, no es considerada una fuente de riqueza, o una mercancía que se compra y que vende. La mujer Fang es considerada como elemento imprescindible para el crecimiento y la perpetuidad del clan, por tanto, la mujer Fang es capaz de asumir sus responsabilidades y contribuir activamente en el desarrollo de su hogar y de su familia. La mujer Fang, nunca ha sido considerada como un elemento puramente material, sino una hermana, pareja, esposa y, el pilar que sostiene el clan. En la práctica totalidad de las culturas bantús, cuando el hombre recibe el salario, lo entrega a la mujer porque esta es considerada como la administradora general de los bienes del hogar. Ahora bien, debemos admitir que ninguna sociedad es perfecta, y las mujeres bantús como todas las demás, han sido a veces discriminadas y han visto sus derechos pisoteados, pero no debemos olvidar que incluso en los Estados Unidos, en mi opinión la democracia por excelencia, las mujeres no tuvieron el derecho a votar, hasta que se convirtió en ley la Décimo Novena Enmienda de la Constitución Americana, el 26 de agosto de 1920.
Con el advenimiento de la tecnología, y la agresiva expansión de la globalización, los africanos debemos ser cautos a la hora de filtrar aquellos elementos de otras culturas que erosionan gravemente a las nuestras, intentando imponernos como modelos o referencia, costumbres y prácticas que no son comúnmente arraigadas o aceptadas en nuestro modo de ser. El mensaje que quiero transmitir con este artículo es sencillo. Aunque exista gente con afección a su propio género en nuestras sociedades y en nuestros clanes, generalmente, esta conducta es considerada descaminada para muchos estados africanos. Igualmente, aunque en el occidente tengan parejas polígamas, esta no es parte de su cultura ni el occidental los considera como modelo de familia. Por tanto, el occidente debe dejar de querer imponernos la aceptación del matrimonio entre personas del mismo género, como los africanos tampoco los imponemos que acepten la poligamia. Como dice un viejo adagio Fang, “ayong ya ayong beses mbean nkee mbat (ovon)”
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Claro, tan claro como el agua.
Excelente artículo, que nos invita a reflexionar sobre lo qué somos realmente.
Me ocurrió pasar bastante tiempo fuera del país, en un país occidental y pude vivir de cerca las celebraciones del famoso día 8 de marzo… Aquí en nuestro país sigo sin comprender la magnitud de celebración que se está atribuyendo a esta efemérides…
Como señala en articulista, en África, particularmente en Guinea Ecuatorial conocemos la existencia de la homosexualidad. Me recuerdo, teníamos un compañero con un comportamiento poco extraño al de los demás chicos, se iba murmurando que era un chico-mujer (fam-emina); y así ha crecido y dicen que es de esa clase de hombres… Con esto quiero efectivamente confirmar de que entre nosotros existe este tipo de gente. Pero, como señala en articulista, la cultura bantú ya conoce cómo convivir con estos individuos con comportamientos poco comunes; lo que nunca ha existido entre los bantúes es catalogar una unión entre gente del mismo sexo como matrimonio y, los africanos no debemos importar este tipo de ideas y otras similares que el mundo occidental está exportando en todo el planeta.
Respecto a la poligamia, creo que hay otras muchas razones que justifican esta práctica entre los bantúes. Según algunas informaciones, la esclavitud en los siglos pasados hizo que muchas zonas se quedaran con muy pocos varones, porque principalmente los esclavistas preferían llevar a jóvenes hombres y algunas jóvenes mujeres, pero en su mayoría jóvenes varones. La mayoría de los poblados se quedaron vacíos, solo muchos ancianos y muchas mujeres. Según los historiadores, esto también constituye una causa potencial de esa práctica, más el vicio machista que conlleva: más mujeres tiene un hombre más macho se considera. Práctica que poco a poco empieza a debilitarse debido a que la mayoría de la población vive en las urbes y los gastos que conlleva tener más hijos hoy…
En fin, una vez más felicidades por estas reflexiones.