‘Ratas’ o hijos del régimen…

‘Ratas’ o hijos del régimen...

Por: Sir Lucky Dube

CIUDADANO Y COMUNICADOR

“¡Cuán grande riqueza es, aun entre los pobres, el ser hijo de buen padre!”. –Juan Luis Vives.

En cierto modo y hasta cierto punto, la ideología nos viene de fábrica. Todos somos educados según el pensamiento y el credo que profesan nuestros padres o quienes asumen la labor de darnos educación y crianza. Por lo general, no es hasta después de la adolescencia y en los albores de la primera edad adulta cuando empezamos a tomar verdadera conciencia del mundo en que vivimos y comenzamos a pensar por nosotros mismos tratando de ordenar nuestra vida de acuerdo a nuestras ideas.4c725cb7-4824-4871-8993-cc481dc58cf0

Ya, en una ocasión, comenté que nuestros padres fundadores, una vez conseguida la ‘in’-dependencia, no supieron, no pudieron o no les dejaron dar continuidad a su trabajo, de forma que la independencia trajera, para nos, libertad, derechos, soberanía y, quizá, una incipiente democracia. Moisés Nvumba, mi socio en La Clave, sostiene que, en aquella época, nuestros hombres buenos no supieron inculcar a sus hijos su sapiencia política, social y cultural, ni su compromiso con la causa de la Libertad de nuestro pueblo. Para nuestra desgracia, digo yo, que tampoco pudieron, salvo contadas excepciones, encontrar herederos o sucesores naturales fuera de su entorno familiar. Un fenómeno similar se observa en muchos de los padres que se opusieron al régimen de Macías y a la dictadura de Obiang desde sus inicios… Esta vez, vengo a hablar de ellos: de los padres que vivieron y murieron luchando y, sobre todo, de las ratas o los hijos que viven y pretenden morir traicionando.

Hoy, en la Guinea Ecuatorial de Obiang, es cada vez más evidente que, de forma paulatina, se va produciendo un relevo generacional. De un tiempo a esta parte, los próceres de la dictadura han ido aupando a sus hijos hasta puestos relevantes del ejecutivo y la administración pública, los órganos legislativos o la judicatura. Así mismo, muchos de los vástagos del régimen se han hecho con medios y altos rangos militares del ejército de Obiang y tienen una importante presencia en las empresas y pseudoempresas que operan en el país. Ni que decir tiene, que todos estos hijos ya nacieron con el carné del PDGE tatuado en la piel, por lo que han heredado la fidelidad y la lealtad de sus padres para con el régimen vigente en Guinea. Todo eso no hace sino corroborar aquello que ya deberíamos saber todos. Y es que las dictaduras, por definición, tienen como principal objetivo la permanencia en el poder durante tanto tiempo como les sea posible, y, en efecto, subordinan todas sus acciones a la consecución de ese propósito. Eso, como digo, lo sabemos tanto los que estamos en contra como los que están a favor del régimen. Por el contrario, lo que no encuentro tan lógico o tan fácil de entender es el caso de muchos hijos que provienen de familias con una cierta tradición o un cierto recorrido, por así decirlo, en la oposición o en el activismo político en Guinea Ecuatorial durante las dos dictaduras nguemistas.  

A diferencia de los hijos naturales del régimen, muchos descendientes de personas que lucharon contra las dictaduras han acabado pringando de mierda los apellidos que sus padres, en otro tiempo, dignificaron con su lucha y su compromiso con la causa de la Libertad. A veces por un cargo político o un trabajo, otras por miedo a quedar señalados por el régimen o por no tener la determinación suficiente para continuar el trabajo de sus padres. Incluso hay quien ha sucumbido a la dictadura por el través de una efímera pasión: una mujer, un marido, una o un amante… El caso es que por unos motivos o por otros, por unas vías o por otras, muchos hijos de honrados mercenarios deshonran el legado de sus padres entregándose al régimen, en muchos casos, con más querencia que resistencia, dejando claro –traición mediante– que el ADN tiene razones que las ideas no entienden. Por otro lado, el soborno, la traición, el deshonor, la deslealtad, el oportunismo zafio y mediocre o la infidelidad son territorios en los que Obiang se siente cómodo y se mueve cual pez en el agua. Esa especial destreza para olisquear y reconocer la parte débil y miserable de la condición humana les permite –a Obiang y su jauría– estar siempre listos para apadrinar, marlonbrandianamente hablando, a hijos traidores, a esposas infieles o a personas y familias carentes de un andamiaje lo suficientemente sólido en términos de valores y principios. Excuso decir que miseria y pobreza son factores que juegan a favor de los malos.

Este artículo, por cierto, incluye también a los hijos de las víctimas, vivas o muertas, de las dictaduras de Macías y Obiang que, si bien no han acabado siendo lacayos del régimen, tampoco hacen todo lo que pueden o, mejor dicho, todo lo que deben por combatir a ese régimen. Ellos, si cabe, deberían ser un poquito más conscientes de la necesidad  de contender contra la dictadura. Tarea que, ciertamente, concierne a todos los guineanos de buena fe. A todos cuantos se tienen por gente medianamente decente.

Como para casi todo en la vida, unos nacen y otros tienen que hacerse. Así que, aunque sean muy pocos, algunos jóvenes y adultos de nuestra generación tuvieron la suerte de nacer en el seno de unas familias en las que la política –como lucha y como tema de conversación– formaba parte del día a día. Esos jóvenes, suertudos ellos, son una especie en peligro de extinción que tuvieron la suerte de contar con un entorno familiar que les dotó de un background, de unos cimientos o de ciertas herramientas para que pudieran enfrentarse mejor a la realidad del país. Otra cosa es que esos jóvenes decidieran utilizar, o no, esas herramientas de la mejor forma posible. Otros jóvenes y otros adultos, en cambio, no corrimos la misma suerte. Al carecer de un contexto familiar tan marcado en lo político, tuvimos que salir al mundo e interpretarlo como pudimos. Desgraciadamente para Guinea, somos la inmensa mayoría. Y esa es, seguramente, una de las mayores tragedias de nuestro país. Los jóvenes de diferentes generaciones, en la familia o en la sociedad, rara vez encontraron referentes que inspiraran en ellos ideas, valores, formas y fondos. Y los que pudieron encontrar a algunos de esos referentes rara vez supieron aprovecharlo. En ese sentido, somos un país históricamente desgraciado.

En otros tiempos, ya lo dije una vez, una generación de guineanos luchó por traernos la independencia. En otros tiempos, otra generación de guineanos derribó a la dictadura de Macías, aunque «de aquellos polvos vinieron estos lodos», aunque de aquel golpe surgiera Obiang… En este tiempo, a nosotros, a los jóvenes y adultos de esta generación, a los que empezaron a aprender en su casa y los que tuvimos que salir a aprender fuera, a todos nos toca decidir si queremos, o no, pelear por la Libertad. Es algo que nadie puede hacer por nosotros. Una decisión personal e intransferible pero una decisión urgente. Guinea Ecuatorial, a fin de cuentas, será el resultado de las decisiones individuales que tomemos de cada uno de nosotros… Como dice Arturo Pérez-Reverte: «La honra de un país o una nación, no es sino la suma de las honras menudas de cada cual».

Somewhere in South Africa

Sir Lucky Dube

¡One Love!

XXVI/XII/MMXV

P.D.: ¡Felices Fiestas!

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