Los vínculos del médico israelí acusado de tráfico de órganos, Yehuda Hiss, con el caso de Montserrat Nchama.
Traición en la familia
Conocido es para los ciudadanos ecuatoguineanos el caso ocurrido a mediados de marzo del año 2014, en el que la joven Montserrat Nchama, sobrina del actual Director de Gepetrol Antonio Oburu, tras ser supuestamente asesinada por delincuentes en Accra, capital de Ghana -país en el que se encontraba estudiando- se le perdió por completo el rastro.
Tal como informó este medio, como otros medios nacionales e internacionales, el punto más lúgubre e impactante de esta historia se produce al momento en que la joven ecuatoguineana era velada, punto en el que se descubre que al interior del ataúd, donde debía encontrarse el malogrado cuerpo de Montserrat Nchama, se hallaba lo que visiblemente era un maniquí maquillado, con una peluca que intentaba asemejar el pelo de la muchacha, pero que ni siquiera estaba adherido correctamente a su cráneo.
Entendiendo los precedentes de la cultura ecuatoguineana, donde los asesinatos rituales son comunes sobre la alienada creencia del sacrificio humano a cambio de objetivos concretos, sean sociales, financieros o profesionales, este mórbido hecho, si bien, es uno de los tantos horribles crímenes de este tipo que ocurren en Guinea Ecuatorial, tuvo una connotación más sombría y desoladora para el pueblo guineano, y desde luego para la familia y los cercanos de la desaparecida joven, que no tardaron en sospechar de Antonio Oburu como principal responsable de esta situación, ya que era él quien se encontraba haciéndose cargo de su sobrina con un estricto rigor y vigilancia, tal como reveló el círculo de amistades de Montserrat Nchama.
Es así, que la primera autopsia realizada fue hecha por médicos locales, con el supuesto fin de despejar la duda si lo encontrado en el ataúd se trataba del cuerpo de Montserrat Nchama, el de una mujer anciana o en caso contrario, se trataba sencillamente de un maniquí -aunque para la población era evidente que lo encontrado era notoriamente un muñeco y no una persona recientemente fallecida, tanto por la burda apariencia de los supuestos restos humanos y por el hecho que los cadáveres pasan por un proceso de descomposición ineludible al olfato-. El reporte de dicha investigación fue informado por televisión pública, pudiendo constatarse las inconsistencias del médico forense Jose Evina Mangue, quien comienza su relato declarando que «se trata de un maniquí», para luego rápidamente rectificar que «se trata de un humano», dando el vacuo argumento «que un maniquí tiene sus cosas, y el ser humano tiene las cosas que ningún maniquí puede tener». Respecto al Juez de Instrucción Número 1 de Malabo, Anatolio Nzan Nguema, este manifestó que la familia tenía el derecho a realizar una prueba de ADN, para luego delimitar con rigor que los únicos que podían realizar las pericias del caso eran el Juez, la Policía y los médicos forenses, dando a entender que no existiría autonomía a la hora de poder realizarse pruebas de ADN lo suficientemente transparentes para confiar en ellas.
Ante la desconfianza que tuvo la familia de la extraviada joven respecto al dictamen de los profesionales ecuatoguineanos, ésta misma decidió acudir directamente a Teodoro Nguema Obiang, para que se hiciese cargo de la situación desde su posición con mayor capacidad de acción, a lo que éste respondió con una campaña mediática contra Oburu en la que se contactaría al médico forense israelí Yehuda Hiss, quien trabajaba en esos momentos en uno de los hospitales privados de Teodoro Obiang. Ahora bien, dicha asesoría -que nunca llegó a exhibir resultados públicos-, resultó ser únicamente una propaganda para poder evadir la situación, pero en perspectiva, se convirtió en la revelación de un importante personaje –el doctor Hiss-, relacionado con la profanación de cadáveres y el tráfico de órganos humanos en Palestina.
Los antecedentes y redes criminales del polémico doctor
Tal como relató el medio Middle East Monitor en su artículo «Israel’s crime of stealing Palestinian organs continues» -«El crimen de Israel de robo de órganos palestinos continúa«, los servicios de inteligencia israelís Shin Bet, Aman y Mossad, junto a los conocidos crímenes contra el pueblo palestino de saqueo, robo y destrucción, también trabajaban en forma coordinada para apoderarse de los cuerpos de los palestinos fallecidos en combate, para luego trasladarlos al Instituto Médico Forense Abu Kabir, donde el doctor Yehuda Hiss se encargaba de la extracción de sus órganos en favor de personas de Israel que los necesitaban. Es el mismo Hiss el que finalmente confesó los hechos, «admitiendo robar órganos de los mártires palestinos durante la realización de las autopsias», explicando «cómo la piel y las córneas eran robadas de los cuerpos que eran enviados ilegalmente a esta institución».
Es ésta exactamente la persona que Teodoro Obiang puso a trabajar en el campo médico de Guinea Ecuatorial, y sería ésta la supuesta figura de autoridad que habría de dirimir una resolución en el caso de Montserrat Nchama, sin llegar a ninguna conclusión finalmente al respecto, siendo imposible estar de acuerdo con la sola presencia de este ciudadano israelí en el país, y mucho menos cumpliendo labores de gran importancia para todos los ecuatoguineanos. Sin embargo, las preguntas que se abren son, ¿es ésta una mala decisión al momento de reclutar profesionales? y, ¿es la inclusión de este doctor con graves antecedentes criminales, parte del mecanismo del conocido negocio de tráfico de órganos en Guinea Ecuatorial?
No podemos olvidar los sucesivos y horrendos hallazgos que han ocurrido en las diferentes ciudades de Guinea Ecuatorial, relacionados a asesinatos y mutilaciones, que ya representan uno de los aspectos más mórbidos del país. Podemos así mencionar el caso de Sonia, ocurrido en Bata, informado por el periódico El País, «una niña de unos ocho años que, tras permanecer desaparecida durante varios días, fue encontrada por un agricultor envuelta en sábanas y tirada en la maleza, sin ojos y con su órgano sexual arrancado», o el caso de un hombre autóctono de la Isla de Bioko, informado por el mismo mencionado diario, «que apareció flotando en un río con el pecho abierto, el corazón extraído y el pene y los testículos cortados».
Estos casos, los cuales los ciudadanos de Guinea Ecuatorial saben, son muchos más y con una constante periodicidad, no sólo son parte del pueblo guineano, sino que lo más grave, integran la cultura y creencias de la misma cúpula gubernamental, donde los crímenes rituales abren posibilidades al mercado de tráfico de órganos internacional y los vicios socioculturales ven una instancia para fundirse con mafias médicas que depredan sin límites morales, como las del doctor israelí Yehuda Hiss, a quien se le dio la venia para asentarse y ocupar un puesto profesional de prestigio en Guinea Ecuatorial, pero que ahora, con todos sus antecedentes revelados, dejan entrever un pernicioso rol en una de las actividades más violentas y vergonzosas del país.
Promesa incumplida
El año 2015, Antonio Oburu es nombrado como nuevo Director General de Gepetrol. El compromiso declarado por Teodoro Nguema Obiang de hacer cumplir a Oburu por los narrados acontecimientos, nunca se cumplió y absolutamente nadie dio ninguna respuesta oficial respecto a este macabro descubrimiento. Para el Régimen, el caso de Montserrat Nchama fue finalmente considerado como otro violento acontecimiento más que silenciar; otro asesinato perpetrado, otro engaño frente al que sencillamente no se darán explicaciones, mientras que paradójicamente Antonio Oburu obtiene «los méritos suficientes» para ascender en la Compañía nacional de petróleo de Guinea Ecutorial, Gepetrol. Ni una mácula ha quedado en los registros penales del nuevo Director de una de las compañías guineanas más importantes, a quien en cualquier país democrático, no sólo se le habría en primera instancia prohibido asenso alguno, sino que hubiese sido expulsado de la corporación que hasta la actual fecha dirige, realizándose una investigación exhaustiva sobre su participación en la desaparición de su sobrina.